¿Premios y castigos? ¡No, mejor no!

FECHA

La educación es un tema complicado, complejo, en el que no siempre estamos de acuerdo todos.

No es fácil sentar unas bases en temas educativos porque cada persona tiene una forma de ver la educación y se apoya sobre cimientos distintos.

Mientras para uno la autoridad y los límites deben llegar a través de la autoridad, para otros es más correcto y respetuoso hacerlo desde el diálogo y el razonamiento.

En esto de los premios y los castigos tampoco nos vamos a poner de acuerdo, lo sé. Pero sí quiero daros una visión de este sistema en el que se premia o se castiga la conducta de los niños y que analicemos juntos qué conseguimos y cuál es nuestro objetivo.

¿Por qué no deberías educar a tu hijo con un sistema basado en premios y castigos?

Hay muchos motivos por los cuales no deberíamos educar a nuestros hijos basándonos en los premios y los castigos, pero el más obvio es que, antes o después, este sistema dejará de funcionarnos.

¿Por qué? Muy sencillo. ¿Cuánto tiempo crees que tu hijo te obedecerá a cambio de un caramelo, un juguete o una película? Quizá lo consigas cuando tenga tres años, pero cuando siete ya no lo engañas y tendrás que aumentar el premio.

¿Crees que te obedecerá cuando tenga quince? ¿A cambio de qué? ¿De volver más tarde de la discoteca, de más paga semanal? Piénsalo; no te interesa.

A nadie le interesa que otra persona haga lo que deseamos a cambio de un premio. ¿Te gustaría que tu pareja te quisiera y te respetara únicamente si cada día le compras una cosa? ¡No sería amor verdadero! Pues lo mismo pasa con los niños.

Los premios y los castigos están basados en el chantaje.

Sí, en el chantaje. Normalmente lo que hacemos es decirles “si no haces esto, entonces te quedas sin …” o la versión en positivo -que parece que es más educativa, pero que es igual de chantajista- “si haces esto, te compraré/daré/dejaré hacer esto otro”.

Y ahora reflexionemos:

¿Qué queremos conseguir? Que haga o que no haga algo.

¿Pero, realmente, eso que queremos que nuestro hijo haga es fundamental para su vida adulta?

Definiendo el objetivo

Me explico mejor: ¿cuándo le estamos pidiendo aquello es vital para él y para nosotros? Me refiero a que si lo que pretendemos conseguir es un objetivo a corto plazo, algo instantáneo, el chantaje y el premio nos van a servir. Pero si lo que queremos conseguir es algo a largo plazo, ni el premio ni el castigo nos servirán.

Si yo hoy quiero que mi hijo se coma todo el plato de verdura puedo “premiarlo” con una película o un juguete, pero si lo que quiero es que coma solo cada día y de forma equilibrada y sana, mi objetivo es a largo plazo y no puedo estar cada día poniéndole una película o comprándole algún juguete, a no ser que pase de las recomendaciones sobre el uso de películas, o sea muy rica, o tenga mucho espacio para almacenar juguetes.

La mayor parte de los padres educamos teniendo objetivos a largo plazo. Seguid leyendo y me daréis la razón.

Lo que buscamos no es que hoy me obedezca, recoja su cuarto, no diga palabrotas o se coma las verduras, por ejemplo.

Lo que en realidad estamos buscando es criar a niños que mañana sean adultos felices, competentes, que sean empáticos, buenas personas, ordenadas, educadas e informadas para tomar decisiones lo más correctas posibles. Y, a ser posible, que, si se equivocan, no tengan miedo en reconocerlo, disculparse y remendar lo que hayan causado. ¿Estáis más de acuerdo u os sigue preocupando que hoy no se coman la manzana para merendar?

¿Nos ponemos caritas contentas entre los adultos?

No, lo siento, a mí nadie me da estrellitas o me pone “caritas contentas” cuando dejo la casa recogida antes de salir al cole o realizo bien mi trabajo. Nadie.

Imagino que a vosotros tampoco. ¿Por qué entonces lo hacemos con los niños? ¿Por qué premiamos la conducta normal y la desvirtuamos con una triste pegatina? Porque, en el fondo, tenemos miedo a que no hagan lo que deseamos.

Basamos nuestras relaciones con ellos en relaciones de poder que, como os decía hace algunos días, no son sanas ni son las que queremos. Yo mando y tú obedeces. Y si en algún momento vemos que no nos funciona esta estrategia empezamos con premios y castigos.

Ahora vamos a pasarlo al mundo adulto y veréis lo absurdo del asunto.

Imaginad que un día vuestro jefe os observa y ve lo realmente buenos y eficaces que sois en vuestro trabajo. Él, que sabe mucho de la empresa y de cómo motivar a sus empleados, os llama al despacho y os dice “estoy asombrado de lo bueno que eres en tu trabajo. Te he observado hoy y estoy muy contento de tenerte en la plantilla. Por eso te voy a gratificar, por el trabajo de hoy, con 100€ más por tu labor”.

Tú sales ese día verdaderamente motivado y muy feliz. ¡Y con 100€ más en el bolsillo!

Llega el día siguiente y lo das todo y más. Trabajar como un loco y eres aún más eficaz, sin distracciones. Pero el jefe hoy ni siquiera pasa por la oficina. Así que no hay 100€.

Entonces piensas “jolín, con lo que he trabajado hoy y no tengo ninguna recompensa más que el sueldo normal”.

¿Qué crees que harás mañana? Hay dos opciones:

  1. Efecto rebote: trabajarás menos, total no hay recompensa.
  2. Tu jefe cada día te sigue premiando con 100€, pero eso no sería una recompensa, sería una subida de sueldo :D.

¿Y qué ocurriría si el jefe te pilla en pleno “efecto rebote”? Pues es posible que no solo no te dé nada de recompensa -por otro lado, bastante lógico- sino que piense que estabas fingiendo aquel día y decida despedirte por vago -castigo-.

Los únicos premios que funcionan de verdad son lo que no esperamos.

Sí, es cierto. Hay premios que funcionan y motivan, pero nunca vienen de esa “acción-reacción”.

Si piensas en los Premios Goya o en los Óscar de Hollywood te darás cuenta de que solo se entregan nominando y seleccionando películas que ya están más que realizadas. En ningún momento se les dice a los directores: “A ver quién crea una película para llevarse un Oscar”.

No, simplemente, se premia el esfuerzo, la originalidad, el buen hacer de los protagonistas, la banda sonora…

Y los padres podríamos hacer una excursión a final de curso o de trimestre para “premiar” que lo han hecho muy bien en la escuela y que estamos orgullosos de ellos. Pero yo no les regalo mi tiempo porque hagan algo bien en la escuela o en la vida. Lo hago porque quiero a mis hijos. Porque quiero estar con ellos. No necesitan que “les premie”, necesitan mi amor y eso lo tienen de forma incondicional.

Y si no usamos premios y castigos, ¿qué usamos?

Pues hablamos de usar el respeto, la dignidad y el amor. Querer a un niño, querer a tus hijos no significa que no tenga normas o límites. Significa aceptar que son personas diferentes a ti, con ilusiones propias e intereses diferentes a los tuyos -aunque podéis coincidir en muchos-.

El dialogo es la única fuente posible para llegar a acuerdos, a pactos. La negociación se aprende negociando.

Y la experiencia nos hace aprender a todos. Seguro que tú eras mejor padre o madre antes de tener hijos. ¿Por qué? Porque educar sin hijos -o a los hijos de otros- es fácil. Nunca te vas a encontrar entre lo que deberían hacer y lo que van a hacer ellos.

Habrá veces que tendrás morderte el labio porque te contestarán con algo con lo que estás de acuerdo en tu interior, pero sabes que no es lo mejor para ellos, si bien te encanta que tengan identidad propia.

Habrá otras veces que te sorprendas de sus decisiones y comprobarás lo maduros que son y cómo se están convirtiendo en personas maravillosas.

Y, cuando creas que te están retando, piensa en tu hijo. Sólo quiere aprender.

  • ¿Cómo hay que comportarse cuando las cosas no nos salen como queremos?
  • Y si papá/mamá se enfada conmigo y me grita, ¿qué tengo que hacer cuando alguien no hace lo que yo digo?
  • Y si mi padre/madre baja a mi altura y me contiene, ¿qué me están enseñando?

Piensa como un adulto y no permitas que la situación, el estrés o la frustración te dominen. ¿Cómo van a controlarse los niños si no lo hacemos los adultos?

Y cuando estás enfadado, ¿crees que si te doy un caramelo se te pasará? ¡Pues no lo hagas con ellos!

Empatiza con tu hijo. Mira desde su altura y con sus ojitos. Él también quiere ser feliz. ¡No quiere complicarte la vida! Habla, razona, deja que respire y tome aire fresco. Igual está cansado o le molesta un poco la cabeza o, simplemente, ha tenido un mal día.

Relativiza. Todo pasa y todo queda. Actúa como modelo de buenas conductas y sé el cambio que queremos ver en el mundo. Verás como todo va mejor.

Espero que os haya gustado y me digáis, a través de los comentarios, qué hacéis vosotros cuando veis que vuestros hijos no obedecen. Si usáis premios y castigos, si os funcionan y si os he hecho reflexionar.

Un abrazo y gracias por estar ahí,

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Elisa Molina

Experta en Educación Humanizada. Maestra, coach de familia y experta en Altas Capacidades. Conferenciante y ponente internacional. Autora del libro "Educar en Calma", ed. Teconté; y los cuentos "Con un susurro basta" y "Cerebro de monito", ed. Carambuco. Fundadora de Educar en Calma. ¿Cómo quieres que te recuerden tus hijos?
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