A menudo sabemos las consecuencias que tienen los gritos, las amenazas, los chantajes,… la desconexión con nuestros hijos nos hace sentir mal y nos llena de culpa, de rabia, de malestar y de sentimiento de incapacidad cuando, además, vemos algunas cuentas de maternidad o de educación donde se ven familias conectadas, disfrutando del tiempo juntos.
Y la pregunta que más soléis hacer es: “ si yo ya escucho cosas en Instagram, si yo ya sé que no se debe gritar… ¿Qué puedo hacer si al final siempre acabo gritando y sintiéndome culpable? ¿Por dónde empiezo?
La consciencia, la llave que nos abre puertas (y culpa)
La conciencia es esa llave que nos abre las puertas a poder hacer cambios y sin embargo, en muchas ocasiones la consciencia también nos provoca mucho dolor y mucha culpa. Y es que hasta hace relativamente poco tiempo (y de hecho sigue sucediendo en muchísimos hogares) los malos tratos hacia la infancia estaban tan normalizados que dar un cachete a tu hijo no era considerado violencia. Y por supuesto, los gritos, el chantaje emocional, el abandono emocional, el ninguneo, la humillación pública o privada, las amenazas, las mentiras, las burlas, los castigos o los premios no se consideraban malos tratos hacia la infancia.
Podemos hacer un símil con la violencia hacia la mujer. Mi abuela todavía hoy me cuenta como en la época en la que ella era niña, si una mujer Osaba a Acudir Al cuartel de la guardia civil explicando que su marido le pegaba, la propia guardia civil le daba otra paliza “por denunciar a su marido”. Con el paso de los años la sensibilidad hacia este tema ha ido cambiando, contabilizando a las víctimas, contabilizando las situaciones de desamparo en la que muchas mujeres se veían ante una realidad que, aunque injusta, estaba normalizada. “Y es que los hombres antes eran así”, como dice mi abuela, con los ojos húmedos…
Ahora mismo ninguna madre le diría a su hija que los hombres son así y que tiene que aguantar los malos tratos por parte de nadie independientemente de que su pareja sea un hombre o una mujer.
Lo mismo está ocurriendo en los últimos años con la infancia. Somos muchas las personas que trabajamos difundiendo que la dignidad y el respeto que la infancia merece no se está dando en cada uno de los hogares del mundo. Y sin embargo no nos cansaremos de ir despertando conciencias, de ir poniendo un poquito de luz en la vida de tantos niños y niñas que ahora mismo están creciendo y que serán los adultos de la mañana pero hoy son niños y son ciudadanos de pleno derecho.
Esto no es un mensaje que llevemos lanzando 10 15 20 años, no es un mensaje del que ya hablaron hace más de 100 años la doctora Maria Montessori o Alfred Adler. Y aunque se vayan consiguiendo cosas, lo cierto es que aún nos queda mucho camino que recorrer.
Tenemos tanto interiorizado en nuestra experiencia de vida, tantas vivencias que nos generan dolor y que han hecho que seamos adultos inseguros, con autoestima baja, con falta de confianza en los demás, a veces con falta de confianza en lo que te rodea, en eso que se llama familia y que debería de ser el apoyo, la seguridad, el sitio al que siempre vuelves.
Así que el primer paso es la toma de consciencia, ser capaz de reconocer que lo que se está haciendo no es lo mejor y que nos provoca daño y sufrimiento tanto a los niños como nosotros como adultos.
Porque es innegable que la consciencia nos hace darnos cuenta, nos da ese primer clic en nuestro cerebro para intentar parar todo lo que estamos haciendo, y de ese clic sale mucha culpa.
Culpa por repetir patrones, culpa por usar la violencia con tus hijos (las personas que más quieres del mundo y por las que darías la vida), culpa por no saber hacerlo de otra manera, culpa por sentirte inútil como padre o como madre, culpa, culpa, culpa…
Empieza por ti, siempre
Siempre te digo que:
“Cuando no sepas por dónde empezar, empieza por ti”.
Y es que tienes la varita mágica en ti misma, como persona, como mamá. Puedes hacer las cosas de manera diferente. Esto no es un mensaje para que te sientas bien pues el peso de la responsabilidad que se esconde detrás de “puedes hacerlo de forma diferente” es enorme. Y lo sé.
Yo no fui educada en calma, ni en positivo, ni con Libertad. Sobreviví como lo hicimos todos bajo el prisma del autoritarismo. Y el precio a pagar es elevado porque lleva consigo la falta de seguridad en uno mismo, la baja autoestima, la necesidad de agradar, la nula gestión de las emociones… el sufrimiento que tenemos todos se refleja en el mundo que vivimos, un mundo en el que el respeto hacia los demás no existe como mantra de vida.
Entiendo la necesidad que tuvieron en generaciones anteriores de hacer adultos fuertes ya siendo niños, mostrando que “la vida es sufrimiento”, “me duele más a mí que a ti”, “con un cachete a tiempo se acaban las tonterías”… como niños lo cogimos todo. Y gracias a todo esto estamos aquí. Porque no creo que haya otra manera de comenzar más que aceptando que lo hicieron como pudieron y supieron, que gracias a lo que vivimos y sentimos como niños, hoy seremos padres diferentes… Pero los patrones no se eliminan solo con consciencia.
Quien te diga que el camino será fácil te estará mintiendo. No va a ser fácil, van a surgir problemas, dudas, miedos y van a salir patrones de los que no queremos… y habrá momentos en los que puedas dudar de si lo que estás haciendo será bueno para todos… por eso creo que cuando hablamos de un cambio de paradigma en la forma de mirar a la infancia, a la niñez, a la adolescencia, a la humanidad, la consciencia sola no basta.
Tendrás que leer, estudiar, escuchar, dedicar tiempo, implementar cosas nuevas, hacer formaciones, vivir talleres experienciales, vivir situaciones con tus hijos, ajustarlas, equivocarte, desaprender cosas que tienes más que integradas para instalar un nuevo sistema operativo.
Sé que habrá comentarios que dolerán del tipo “pues en mi época esto se hacía así y no hemos salido tan mal”, “le das la mano y te coge el brazo”, “te está tomando el pelo”… y eso no suma nada al cambio tan profundo que estás queriendo hacer.
También vivirás momentos preciosos con tus hijos cuando veas que, haciendo algunas modificaciones de cosas que antes hacías, los niños están más receptivos, cooperando más y el ambiente en casa cambia.
Vivirás un proceso de cada vez más consciencia en el que te darás cuenta de que has dejado el grito pero estás condicionando el comportamiento de tus hijos con un chantaje muy sutil, muy hábil, muy sibilino… y te sentirás mal y volverás a crecer.
Lo mejor que tienen los niños es que tienen el alma pura y la mirada limpia. Que cuando les pides perdón, perdonan de verdad, con la cabeza y el corazón. Que son capaces de reconocer tus cambios y de animarte a seguir siendo siempre mamá. Porque los niños, a diferencia de los adultos, sí nos quieren de forma incondicional. Les hagamos lo que les hagamos, siendo dependientes, ellos volverán a nosotros.
Evidentemente sólo pasará mientras sean pequeños. Porque cuando vuelven, si sienten que hemos sido injustos, crueles o no se han sentido aceptados y queridos, igual deciden no regresar. Es el precio de tratarlos mal, la relación con ellos. Todos conocemos a familias en las que los hermanos no se hablan o los padres han dejado de hablarse con un hijo…
Todos nos relacionamos con muchas personas, vemos que la forma de relacionarse basada en el respeto mutuo y dotando a todas las personas de dignidad es la mejor para ser libres y responsables de nuestros actos. Que cuando no te sientes bien en un espacio, llega un momento en el que te cuesta acudir a algunos eventos y estar con algunas personas… intentar que esas situaciones no las vivan nuestros hijos será bueno para ellos y para nosotros.
Conectar con tus hijos
Si has llegado hasta aquí habrás visto que el camino, si bien no es sencillo, merecerá la pena. Sin embargo no te he contado un punto importante. La clave para mejorar las relaciones personales, en este caso con tus hijos está en la conexión. Conectar con tus hijos, conocerlos, comprenderos y cuidarlos como al mayor de tus tesoros es lo que marcará un antes y un después.
Y conectar no es no ponerles límites, para nada. Y conectar no es dejarles hacer lo que quieren cuando quieren. Eso es una negligencia y desconcierta a los niños.
Conectar con ellos consiste en verlos, mirarlos, aceptarlos como los seres únicos y maravillosos que son. Entender sus necesidades, buscar equilibrio con las tuyas, “escuchar con los ojos” (para los que sois nuevos por aquí: es una expresión que me dijo mi Segundo que traducida es algo así como “escúchame no solo con las orejas, sino mirándome, atendiéndome con los cinco sentidos”), pasar tiempo con ellos, validar sus emociones, aprender a gestionar espacios, tiempos, tener un lenguaje especial con ellos, cuidar la forma en la que nos comunicamos…
Hay tantas cosas que nos hacen sentir conexión en familia y cada familia puede vivirlo y crecer de una forma diferente y mejor. Y yo puedo darte la mano, alentarte y guiarte por ese proceso, hasta que localices tu varita mágica y aprendas a moverla. Esa varita que hará que todas las piezas encajen y os convirtáis en esa familia, ese equipo que coopera, colabora, se respeta y respeta las necesidades de todos, se alienta, se nutre, se equivoca, aprende y crece, siempre, juntos.
Esa es mi misión con vosotros, con tu familia.
Solo tienes que hacer una cosa, rellenar este formulario para que pueda agenda una reunión contigo, sin compromiso, en la que me contarás tu situación actual y te contaré si puedo ayudarte y cómo vamos a hacerlo, cómo vamos a conseguir que te conviertas en esa mamá o papá que quieres para tus hijos y tanto tus hijos como tú, os merecéis.
Un abrazo y gracias por estar aquí,
Foto de Simon Wilkes en Unsplash