temidos y terribles dos años
Los temidos y terribles dos años, una etapa maravillosa

FECHA

Si hay algo que pone a cualquier mamá o papá con los vellos de punta es oír hablar de los terribles dos años. Algo normal para cualquier pareja con un bebé entre sus brazos porque si ya de entrada la asociamos con temidos, terribles, aDOSlescencia… ¡Cómo no va a darnos miedo!

Para todas esas familias que queréis saber un poquito más sobre este periodo va dirigido el artículo de hoy. Son muchas las cosas que escuchamos sobre las diferentes etapas de la infancia que nos predispone, nos asusta y nos hace afrontarlas con “la escopeta cargada” y acabamos sufriéndolas en vez de disfrutarlas como se merecen.

Vamos a profundizar un poquito sobre los temidos dos años y si realmente son tan terribles como nos adelantan. 

¿Qué le está ocurriendo a mi hijo?

El ser humano nace totalmente dependiente; lo que significa que necesitamos de otra persona para todo las 24 horas del día, los 7 días de la semana, 365 días del año -si tienes un bebé ya sabes de lo que hablo-.

Cubrir sus necesidades de alimento, sueño, consuelo, seguridad… Todo lo necesitan a través de otra persona, normalmente de sus figuras de referencia, mamá y papá.

Y aunque papá ponga mucho de su parte, tenemos que reconocer que la figura de referencia por excelencia suele ser mamá, principalmente porque su vientre ha sido su hogar durante los nueve meses de gestación intrauterina. Unos meses en los que ha crecido y se ha ido desarrollando, acompañado de ese latido del corazón de mamá que tanto le calma y tanta seguridad le proporciona.

Tras la gestación intrauterina, dentro del vientre materno, comienza la gestación extrauterina. Un periodo en el que nuestros hijos nos siguen necesitando ya que no tienen capacidad de regularse, hasta el punto de no poder regular ni su propia temperatura.

Y una vez transcurren estos nueve meses… ¡Empieza la marcha!

Los niños comienzan a moverse poquito a poco, rotan, giran, gatean, se van poniendo de pie… Un proceso muy bonito en el que en todo momento los alentamos para que vayan superando estos pequeños hitos hasta que logran empezar a caminar.

Algo que les hace comprender que no son una prolongación de mamá, que son un ente diferente y por tanto, se pueden alejar, siendo conscientes plenamente de que nos necesitan y que si no está cerca de nosotros puede correr unos riesgos que no saben si podrán asumir.

Pero los meses van pasando, sus cerebros se van desarrollando y aparece esa curiosidad y necesidad de exploración innata en el ser humano, llegando a la etapa de los 18 – 24 meses.

¡Bienvenida a la terrible etapa de los dos años!

Y empezamos a pensar:

¿Dónde está mi hijo/a? ¿Qué le ha pasado? ¿En qué se está convirtiendo? 

Siempre estaba sonriente, queriendo hacer cosas juntos, queriendo estar con mamá, ¡y de repente todo es que no! 

“No, tú no”, “yo sola”, “quita, yo solo”…

Le dices no toques ahí y lo primero que hace es ir y tocar, te reta continuamente…

Tengo que confesarte que para mí es una etapa maravillosa. Una etapa llena de curiosidad, exploración, ganas de participar, contribuir y pertenecer a la familia.

Están creciendo y crecer significa cambiar, buscar su propia autonomía e independencia y llegará un momento en el que serán conscientes de que la independencia no existe, somos seres sociales y nos necesitamos los unos a los otros para vivir.

En este proceso de cambios, también cambia nuestro lenguaje, nuestro mensaje hacia ellos. Hasta ahora todo lo que recibían era aliento, sostén, apoyo, cariño…

Y sin embargo, entramos a los dos añitos con el mensaje de “no te subas ahí”, “no cojas eso”, “cuidado que te vas a caer”, “no corras”, “no toques”, “no grites”, “cállate un ratito”… 

“Los niños confían en sí mismos y quieren crecer, aunque a veces duela”.

Crecer implica que cada vez nos necesiten un poquito menos, algo que a nosotros como padres nos puede llegar a doler, podemos llegar a sentir tristeza al ver que cada vez son más autónomos y capaces de hacer cosas por ellos mismos.

Pero debemos sentirnos orgullosos, tranquilos y disfrutar de esa descarga que supone la independencia que van adquiriendo. Porque no van a poder asumir todos los riesgos, no tienen edad ni capacidad, pero darles autonomía y capacidad de elección, nunca va a ser algo malo.

En muchas ocasiones, de forma inconsciente, le lanzamos mensajes de que no pueden, no valen o no sirven con acciones y frases tan simples y habituales como “quita, ya lo hago yo que tenemos prisa y vas muy lento”.

Nuestra forma de comunicarnos cambia, al igual que sus emociones

Todo lo que les decimos y cómo se lo transmitimos impacta en los niños. La forma en la que empezamos a comunicarnos con nuestros hijos hace que aparezcan emociones en ellos que hasta ahora no habían sentido.

De repente todo se convierte en no y órdenes del tipo “ponte el abrigo”, “lávate los dientes”, “coge tus zapatillas”… 

Piensa en cómo te sentirías tú si estuviesen constantemente diciéndote lo que tienes que hacer y sobre todo, lo que no tienes, puedes o debes hacer.

¿Qué sentimientos aparecen en tu interior? ¿Cómo crees que los exteriorizarías? Estoy segura que asintiendo y obedeciendo con una sonrisa, no.

Sigamos siendo esas figuras de referencia que alientan, acompañan y validan las emociones que están sintiendo.

No hay ninguna edad mejor o peor que otra. Se están desarrollando, creciendo y cambiando. A los dos años lo único que nos están pidiendo a gritos es tener más autonomía, poder decidir y coger poquito a poco las riendas de su vida.

Y no digo que tengamos que dejarles decidir en todo, tampoco pueden hacerlo, pero no pretendamos que les preocupe la subida de la factura de la luz ni la gasolina. Tienen sus propias preocupaciones que aunque para nosotros sean insignificantes, para ellos son las más importantes del mundo.

Validar, respetar y acompañar

Con estos tres verbos podríamos resumir qué necesitan nuestros hijos para gestionar todos estos cambios y emociones nuevas que están sintiendo.

Tenemos que esforzarnos por validar más a los más pequeños, darle valor a las emociones que sienten, respetarlas y acompañarlas como se merecen. 

Cambiemos los “no llores”, “eso es una tontería”, “no pasa nada”, “eso no es tan grave”…

Por frases como “cariño, veo que estás enfadado, esto no ha estado muy bien, ¿cómo te sientes?, ¿qué necesitas?”

La gravedad de sus sentires son suyos. Ellos saben si están disgustados y por qué, necesitan que los comprendamos y validemos, que sostengamos esa emoción.

Si somos capaces de hacerlo ahora, será mucho más fácil superar la adolescencia real, basándonos en los cimientos del respeto, la confianza, la serenidad y la calma, pero debemos empezar a sembrarlo desde pequeñitos.

Seamos esa mamá y ese papá que nuestros hijos recuerden con cariño, sabiendo que había cosas a las que les decíamos que no, pero que estábamos ahí, incluso cuando no era tan fácil acompañarlos, porque precisamente en esos momentos, es cuando más nos necesitan.

«Nuestros hijos nos necesitan y merecen, siempre; aunque sus comportamientos no sean los más adecuados, siempre nos necesitan y siempre nos merecen».

 

Aprovecha la información que te da sus comportamientos, porque te están indicando que algo no va bien, que tiene un gran malestar y a partir de ahí puedes empezar a trabajar, ¿qué puedes hacer tú para que se sienta mejor?

Y desde este punto de vista comprobarás que los terribles dos años no son tan terribles, que es una etapa maravillosa, cargada de aventuras, retos y primeras veces que hay que disfrutar.

Hasta aquí el artículo de hoy. Espero que te sirva de ayuda, te aliente y te inspire a la hora de gestionar esas dificultades -y novedades- que acompañan a los dos añitos. 

De corazón, disfruta de tus hijos, de todas sus etapas, conecta con ellos porque sin duda son tu mayor tesoro, y si tienes alguna duda o preocupación, no dudes en contactar conmigo a través del siguiente enlace. Seguro que tiene solución y es mucho más fácil de lo que imaginas. 

¿Qué te ha parecido este post? ¿Te ha servido de ayuda? Te animo a dejar tu reflexión en los comentarios. Estaré encantada de leerte y responderte.

Un abrazo y gracias por estar aquí,

Photo by Artur Aldyrkhanov on Unsplash

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