Es horrible la cantidad de casos que hay en nuestro país de chicos y chicas que se ven afectados por el Bullying, también llamado acoso escolar. Además, cada vez tienen mayor impacto social porque están más presentes en los medios de comunicación, que por fin se han hecho eco de estas “cosas de niños” que nunca debimos consentir.
Y es que este tipo de acoso escolar ha existido siempre. Podéis preguntar a vuestros padres y vuestros abuelos y comprobaréis cómo siempre ha existido ese tipo de violencia de unos a otros. Siempre han estado presentes los “motes” tipo “el rubio”, “la pelirroja”, “el empollón”, “el chivato”, “el gafotas”, etc. “Son cosas de niños” – se decía entonces y se sigue escuchando ahora-.
No, señores, nos hemos equivocado. Hemos educado en competitividad, en ser los mejores en la vida y nos hemos olvidado de educar en la empatía, en los valores, en la importancia del “ser persona” por encima de ser “el mejor” o “el más fuerte” o “el más temido”.
La violencia, sea del grado que sea, debe estar condenada. No valen los insultos, no valen los empujones, no valen los golpes o hacer sentir mal a las personas. No podemos permitir que en un sistema educativo que es obligatorio para los niños entre los 6 y los 16 años, haya niños que sientan miedo de acudir a un centro escolar y que la única solución que tengan los padres sea el cambio de centro.
¿Broma? Siempre lo digo, a niños y a adultos, “broma es cuando nos reímos los dos”. Si una de las partes no se ríe, no es una broma y no se debe tolerar. Y, ojo, que aquí no está libre nadie. Podemos intentar que nuestros hijos tengan una autoestima alta, que sean asertivos, que sean fuertes emocionalmente hablando, pero es durísimo enfrentarse cada día a que te empujen, te insulten o te humillen. Ningún niño debería vivir eso. Ningún profesor que tenga la mínima sospecha debería consentirlo. Ningún padre debería mirar para otro lado o decirle a su hijo, cuando acuda a él para pedirle su ayuda, que “son cosas de niños”. Ningún centro escolar debería premiar esas conductas agresivas.
Y para solucionar este problema tenemos que acudir a la raíz y unirnos toda la sociedad: ¿qué trato les damos a los niños? ¿qué modelos tienen a su alrededor? ¿qué ven en la televisión? ¿De verdad queremos que su modelo a seguir sea alguien que grita para imponer su palabra, no atienda al diálogo sino al “porque lo digo yo y punto” o si no haces lo que te digo uso la fuerza o te doy un “cachete pedagógico”?
Pensemos, reflexionemos, porque aquí tenemos un problema importante que nos hace ver que la sociedad estresante de la que nos quejamos los adultos la estamos llevando a la escuela; ¿o no? ¿O es que no tenéis casos cercanos de “acoso laboral”? ¿No habéis sufrido como adultos algún episodio en el que o pasabais por el aro o perdíais el trabajo? ¿Nunca habéis tenido “roces” con compañeros que os ponen la zancadilla? ¿Es agradable? Pues imaginad para un niño pequeño. Imaginad cómo tiene que ser su vida para quitársela con solo 11 años.
¿Conocéis algún caso de bullying? ¿Cómo habéis solucionado el problema?
Un abrazo y gracias por estar ahí,