Cuántas veces escuchamos aquello de que debemos aprender a través de nuestras propias experiencias y cuántas queremos evitarles a nuestros hijos pequeños ese aprendizaje a base de golpes. Si, lo sé, es normal, pero hay ocasiones en las que privamos a los pequeños de descubrir pequeños aprendizajes, en ocasiones, muy importantes, por el hecho de evitar que se caiga cuando, por otra parte, antes o después, se tendrá que caer.
Recuerdo, cuando era pequeña y quería conseguir algún propósito que me había marcado, a mis padres diciéndome «no nos escuchas y mira que te avisamos» y era cierto. Me avisaban, me contaban los riesgos de algunas acciones pero yo me negaba a que aquello fuera así siempre, aunque a ellos no les saliera bien. En alguna ocasión reconozco que dolió la caída. Cuando era pequeña las caídas eran físicas y duele el cuerpo y las rodillas cuando te caes. Aunque eso te enseña a levantarte.
Según fui creciendo, las caídas ya no eran físicas, sino psicológicas y también dolían: el desengaño con alguna amiga, los enfados, los desamores, la tradición, un suspenso en aquella materia que tantos días llevaba preparando… Y, sin embargo, cual ave Fénix, volvía a levantarme.
Ahora me toca otro papel, el de madre. No siempre es fácil, es cierto. Duele pensar que hay ciertas cosas que aprenderán a través de sus experiencias y que no siempre acertaran a la primera y les saldrá bien. Duele ver ese intento continuo de conseguir sus metas, y estoy pensando a los comienzos caminando, por ejemplo, y la de veces que se caen, que tropiezan o que tienen que volver a intentarlo. Pero a la vez enorgullece ver cómo consiguen sus propósitos por ellos mismos, cómo sonríen al comprobar que ellos pueden, cómo celebran con alegría, satisfacción y compartiendo esos momentos contigo.
Porque todos hemos aprendido a través de la experiencia. Hace muchos siglos, ya lo dijo Confucio:
Me lo contaron y lo olvidé
Lo vi y lo entendí
Lo hice y lo aprendí
No os animo a dejar que comprueben que con el cuchillo pueden cortarse un dedo, aunque pueden aprender a usarlo siendo precavidos y usando técnicas de seguridad -mis hijos cortan con el cuchillo colocándolo entre las púas de un tenedor, para evitar escapes-. Os hablo de acompañarlos en sus experiencias y aprendizajes, en no cortar sus ganas de aprender y en estar cercanos para que, si la experiencia no resulta fácil y hay que repetirla en más de una ocasión porque fracasamos, que sepan que estamos, que el fracaso implica aprendizaje y que no importa solo el fin sino el medio, el proceso. A fin de cuentas a todos nos encanta hacer cosas nuevas, conseguir nuevos retos y tener a gente a nuestro alrededor que nos sostenga por si no nos sale bien a la primera.
Un abrazo y gracias por estar ahí,
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