El tempo de los niños o de los adultos

FECHA

El tempo de los niños es diferente al tempo de los adultos. Mucho. Y ya te he animado en muchas ocasiones a respetar el ritmo que tienen los niños -para ellos y para ti-.

Es muy frecuente que los adultos nos desconectemos de los niños cuando no entendemos que ellos tienen su propio ritmo. Y es que la vida que llevamos los adultos dista mucho de las necesidades reales que tenemos pero dista aún más de las necesidades que tienen los niños. Y es en ese momento en el que metemos prisa a los niños cuando más nos desconectamos de ellos -y ellos se desconectan de nosotros-. 

Un ritmo poco natural

No tiene nada que ver con lo que realmente necesitaríamos como personas adultas. Vamos acelerados, como pollo sin cabeza, haciendo miles de cosas a la vez sin llegar a hacer bien ninguna. Estamos en el trabajo pensando en las cosas que tenemos que hacer en casa, o con los niños, y volvemos a casa para seguir pensando en cosas que deberíamos de hacer en el trabajo o, peor aún, cosas que ya tendríamos que haber hecho. 

Y cuando llegamos a recoger a nuestros hijos al colegio y vemos que se «entretienen» mirando como las hormigas caminan en fila, ¡no lo entendemos! ¡Con todo lo que tenemos que hacer nosotros! 

¿Te has fijado en cómo caminan los niños?

No me refiero a ese momento en el que salen corriendo al parque. Me refiero a ese momento en el que está descubriendo el mundo, mirando con curiosidad todo lo que les rodea, admirando el color azul del cielo y el verde del campo… Me refiero a esa forma de disfrutar caminando y dando paso tras paso. 

Los niños, si miráis un poco a vuestro alrededor, no suelen ir caminando a su ritmo con un adulto que acompañe sus pasos. Suelen ir medio arrastrados con prisas por un adulto que tiene que dejarlos en el colegio o escuela infantil para salir corriendo para llegar a su trabajo.

¡Cuánto estrés arrastramos y somos capaces de contagiar! Y luego decimos cosas como «es que este niño no para quieto», «va como pollo sin cabeza» pero cuando iba a su ritmo, tranquilo, disfrutando del camino le decíamos con nuestras palabras y nuestros gestos «venga, date prisa», «no tenemos tiempo». 

Y es que no tenemos tiempo para mirar y admirar lo que tenemos alrededor. No tenemos tiempo para permitir que nuestros hijos disfruten aprendiendo y descubriendo todo lo que les rodea.

¿O quizá lo administramos mal?

Podría ser que nuestro tiempo esté mal administrado o que intentemos hacer demasiadas cosas sin tener en cuenta que tenemos niños que dependen de nosotros y tienen necesidades diferentes a las nuestras. Pequeños que tienen limitaciones propias de su condición física -tienen piernas más pequeñas y, por ello, darán pasitos más pequeños- y tienen muchas cosas que ir aprendiendo, nuevas experiencias con las que conectarán neuronas y asentarán aprendizajes… sensaciones que desean adquirir y sentir, objetos en los que fijarse. 

Porque es un sinsentido que los niños aprendan las estaciones del año sin sentarse a ver cómo cambian los árboles desde el parque o la escuela para hacerlo a través de fotografías. 

Es un sinsentido estudiar las partes de una flor sin haber tocado o visto ninguna salvo en un libro en la escuela. 

¿Cuánto tiempo dedicas a las redes sociales? ¿Y a la televisión?

Cuando veo los datos me alarmo porque nuestros hijos nos necesitan, nos quieren y nos requieren. Necesitan nuestra presencia, entrega y tiempo para poder tener experiencias con el mundo y, sin embargo, se pasan muchas horas a lo largo de una semana en instagram, youtube o netflix, pero seguimos diciendo que no tenemos tiempo. 

Intentar adelantar aprendizajes para nuestros hijos, hacer que corran no va a hacer que vayan mejor. Irán ahogados. Y no dedicar tiempo ahora, tendrá consecuencias para ellos. Siempre os digo lo mismo:

La infancia se cuece a fuego lento

Nos necesitan caminando a su lado -o mejor detrás- para aportarles la seguridad de tenernos cerquita a la vez que permitimos que sean ellos los que nos muestren sus intereses, anhelos y necesidades. 

Es una cuestión de tiempo, el tempo de la infancia, que lleva un ritmo diferente, particular y único. Y que deberíamos respetar para que crezcan sin prisa -y sin pausa-.

Un abrazo y gracias por estar aquí,

Foto de Ben Wicks en Unsplash

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