bebé recién nacido, al otro lado de la piel
A este lado de la piel – Nacimiento de Hugo

FECHA

Hace solo unos días daba la bienvenida a mi quinto hijo: Hugo. Su llegada a este lado de la piel ha sido un viaje por todas la emociones que tenemos disponibles los seres humanos y, tal y como te adelanté en Instagram, voy a dejar su embarazo y nacimiento en este post porque igual a alguna familia de la comunidad Educar en Calma le sirve mi experiencia.

Comenzamos por el principio

El embarazo de Hugo, como el de todos mis hijos, fue buscado y deseado, sin riesgos anteriores ni para el bebé ni para mí.

Digo esto porque siempre hay alguien que me asocia con organizaciones religiosas o como talibana de la natalidad y asume, directamente, que hago apología de embarazarnos a cualquier coste.

Y no, cada uno sabe lo que hace, dice, piensa y siente, pero no es mi caso asumir riesgos innecesarios, aunque haya vuelto a terminar con una etiqueta hospitalaria de «alto riesgo».

La primera ecografía llegó casi con el final del primer trimestre debido a la situación sanitaria que estamos viviendo. Todo estaba bien, más que bien, de hecho. Me hicieron un análisis de sangre y, al obtener los resultados, vieron que tenía riesgo de preeclampsia, así que me pusieron con un tratamiento sencillo y diario para tener la tensión controlada.

Las revisiones continuaron como de costumbre, de hecho, debido a la pandemia, creía que iba a ser el embarazo que menos me iban a ver, ¡quién me lo iba a decir! Sin duda ha sido el que más visitas y pruebas he tenido. Y es que en la famosa curva vieron que tenía diabetes gestacional. No tuve que pasar por la prueba de los tres botes de líquido dulzón porque ya en ayunas mi azúcar estaba disparada.

Comenzaron entonces los viajes tanto a revisiones obstétricas como al endocrino. Empezamos por hacer dieta y caminar: se acabaron dulces, chocolates, hidratos sin control y una serie de cosas. Ahora tocaba pesar y medir cantidades, llevar control de mediciones tanto antes como después de las comidas y el estrés que esto genera.

Después de quince días con modificaciones en la dieta vieron que era necesario comenzar con insulina, ¡me he hecho experta en muchas cosas durante este embarazo como veis! Así que empezamos por dosis de lenta y de rápida en distintos momentos del día, con indicaciones muy precisas, manteniendo la dieta y los paseos.

Factor emocional

Si os digo que hemos ido aumentando la dosis de insulina hasta llegar a cantidades que eran enormes, y no conseguimos controlar los datos del azúcar en muchas de las mediciones. Dicen que hay un factor emocional que, como en todo, también afecta. Y es que este embarazo también ha estado lleno de vaivenes emocionales y disgustos varios.

A veces es tanto el dolor y el sufrimiento que has vivido que no quieres verlo pero, un día, sin querer, abres los ojos y te das cuenta de que no puedes cambiar lo que has vivido pero sí lo que está por venir. Poner límites, marcar distancias e incluso cerrar no solo un capítulo, sino el libro entero, está bien. Porque todos tenemos que ser tratados bajo el paraguas del respeto y nada ni nadie puede venir a faltármelo -a mí o a los míos-.

Nuevo parto inducido

Los protocolos del hospital en este tipo de casos son precisos para evitar cualquier riesgo y era necesario inducir el parto. Mi idea de tener un parto en la bañera se esfumó por el tema de la tensión y con la inducción, había cosas que ya sabía que serían imposibles de cumplir, pero estaba en buenas manos.

Mi amiga Rocío me recomendó ese hospital porque tiene una amiga trabajando allí como matrona, Begoña, y casualidades de la vida: allí estaba ella para acompañarme cuando llegué al hospital con más miedo que otra cosa. Fue ella la que me iba poniendo las vías, me iba haciendo mediciones de azúcar, me iba controlando la dosis de insulina y oxitocina.

No fue un parto corto. Los gritos desgarradores de una parturienta consiguieron paralizar mi parto por el pánico que me provocó. Suerte que después de unas tres horas gritando la mujer dio a luz y cesaron los gritos -pobre, no sé si tendrá más hijos, lo pasó fatal y, de hecho, nos paró el parto a tres mujeres-.

Begoña se marchó y llegó Alba, Valentina y Gema. No me olvido de Carmen que estuvo todo el día visitándome y llegó a subir a verme a la habitación al día siguiente. Fueron pasando a verme, a ver cómo estaba, qué necesitaba, si tenía agua, si estaba nerviosa, si quería ya la epidural. Empecé con el gas de la risa -que a mí me dio por llamarlo el gas de la Reina, no me preguntéis por qué- y al rato dije que eso ya no me hacía nada, que me pusieran la epidural, que estaba muy cansada.

Cuando piensas que todo va mal, puede ir a peor -o no-

Me pusieron la epidural y, a partir de ahí, todo fue del revés. Las piernas me dieron un calambre que vimos la matrona y yo, y al cabo de segundos, tenía las piernas totalmente entumecidas, sin poder moverlas, sin sentir nada, con la tensión que me bajaba por momentos, los ojos que me pesaban como si fueran cerrojos de persianas de una tienda de barrio y yo no me hacía viva porque sentía como la anestesia me iba paralizando y subiendo hasta el cuello.

Empezaron a pitar máquinas, entraron diferentes profesionales y yo, con los ojos cerrados, solo podía pensar que me iba a ir al otro lado después de tener prácticamente a mi quinto hijo a este lado de la piel ¡qué mala suerte la mía!

Llamadas de teléfono, diferentes medicamentos, eliminación de la epidural y no sé cuántas decisiones más tomaron que hicieron que esos momentos de tensión fueran dejando paso a la luz… Hugo necesitaba salir, yo no sentía nada pero había que hacer un último esfuerzo, así que sin saber si empujaba bien o no, escuchaba que estaba aquí, que llegaba… y llegó.

A este lado de la piel

Precioso, calentito y llorando, Hugo estaba, por fin, a este lado de la piel. Y ahí ya pude llorar. Ya pudimos llorar. La fuerza que mostramos durante tanto tiempo como si no pasara nada, por fin puso salir brotando de nuestros ojos. Siempre hemos llorado en el nacimiento de nuestros hijos. Tanto mi marido como yo nos emocionamos cuando vemos que un nuevo ser de luz ha llegado a la vida gracias a nosotros. Pero en esta ocasión, el llanto era de «lo tenemos», «está aquí» -y yo también-.

Con Hugo en brazos la vida cobra otra perspectiva. Ciclos que se cierran, libros que se marchan, páginas en blanco que están por escribir. Familia que es familia, familia que se elige, familia que se crea…

Los hijos son un tesoro y un privilegio. No vienen a llenan ningún vacío ni a hacer lo que no fuimos nosotros capaces de hacer. No tienen deudas con nosotros. Les damos el mejor regalo, el más grande: la vida. ¿Y cómo nos lo agradecen? Viviendo, siendo ellos, permitiéndonos disfrutar del privilegio que es verlos crecer, ver a qué están llamados a ser…

Los hijos, ese gran tesoro que hoy sostenemos en brazos, calentitos, recién hechos, con ese olor tan adictivo y que crecen -sin permiso, por supuesto- para volar. Nos toca ser padres -que es mucho más que engendrar o parir-. Ser padres en un mundo que cambia, que tiene retos y dificultades. Nos toca darles tanto amor que no puedan entregar otra cosa al mundo.

Todo salió bien. Hugo está con nosotros, con sus hermanos, con sus padres, con su familia. Está en casa, en su nueva casa, porque de alguna manera, dentro de mí también estaba en casa, pero ahora lo disfrutamos todos a este lado de la piel.

Un abrazo y gracias por estar aquí,

Photo by Omar Lopez on Unsplash 

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