educar hijos
Soy lo que hago cuando nadie me ve

FECHA

Hace unos días mis hijos mayores se fueron a casa de unos amigos. 

Al ir a buscarlos los padres, una pareja encantadora, educadísimos y muy amables, nos comentaban a mi marido y a mí que tenemos unos hijos maravillosos, estupendos; algo que, entre risas, les decíamos que sabíamos.

Es cierto, siempre les hemos dicho que son maravillosos. Siempre les hemos contado que incluso cuando se equivocan, cuando cometen errores, cuando se enfadan, para nosotros son los mejores hijos que podríamos tener y que sin duda, el mundo fue un poquito más alegre el día que ellos nacieron.

Siempre les hemos dicho y les decimos que tienen el poder de hacer la vida de las personas de su alrededor un poquito mejor y ellos pueden decidir qué tipo de legado quieren dejar en este mundo.

No me sorprendió

No me sorprendió cuando me contaron que al terminar de comer recogían sus cubiertos y ayudaban a dejar todo lo de la mesa en el lavavajillas. 

No me sorprendió cuando me decían que dan las gracias y preguntan si es un buen momento para sacar algunos materiales o juguetes.

No me sorprendió cuando me decían que son maduros, independientes, autónomos y con gran capacidad para pensar y reflexionar.

Y es que siempre he pensado que todos somos lo que hacemos cuando nadie nos ve. No me he dedicado encuerpoyalma a mis hijos intentando controlarlos mientras yo los veía, para conseguir que hicieran cosas que yo esperaba de ellos o que yo quería de ellos. No. 

Me he dedicado -y dedico- mucho tiempo a pensar en sus necesidades, sus gustos, sus preferencias, observar sin juicio y conocer plenamente como son, con sus luces y sus sombras, aceptándolos siempre.

Y es que mi meta es que sean y que entiendan que alrededor de sus vidas habrá otras personas que también tendrán necesidades, gustos, preferencias y podrán, si así lo desean, hacer relaciones basadas en el respeto mutuo.

Que hagan, que sean, con libertad y responsabilidad, asumiendo que no serán perfectos, que tienen el derecho -y el deber- de equivocarse, de cometer errores, de aprender a fin de cuentas.

“Responsabilizarse de los actos, una cuestión básica del ser humano”.

Todo lo que te he contado relativo a mis hijos es real, igual que es real que los adultos tenemos el deber de responsabilizarnos de nuestros actos, algo que no siempre hacemos y es que no siempre estamos dispuestos a pagar el precio de nuestras decisiones.

Con los niños, no todo vale

Hace unos días era un amigo el que me contaba que había presenciado una escena un poquito desagradable entre una mamá y su hijo. Estaban en un parking de un centro comercial bastante grande y la mujer debió de sentirse poco mirada o sola cuando decidió arremeter contra el pequeño sin que nada la frenara.

Mi amigo escuchó frases muy desagradables, gestos con las manos que posiblemente no hubieran existido de haber estado cerca un adulto. Porque seamos sinceros, cuando sentimos que otra persona nos puede llamar la atención, nos puede reprochar por nuestros comportamientos o simplemente podemos sentir vergüenza por no ser esa expectativa que nos hemos marcado como madres o como personas, hay cosas que no hacemos. 

Si en lugar de tratarse de un niño estuviéramos hablando de un hombre y una mujer, posiblemente todos actuaríamos de una forma diferente. Porque nuestro nivel de consciencia sobre el tema de la violencia es distinto. Parece que con los niños todo vale, todo es “por su bien”.

Y por eso vuelvo a insistir: cada persona, cada ser humano, debería responsabilizarse de sus actos, debería ser ese ser humano que trata con dignidad y con respeto a esas personitas que están en pleno desarrollo, que sean dependientes, que no te pueden poner una denuncia y que al caer la noche, te dirán te quiero.

Y todos tenemos derecho a tener días malos.

Y todos tenemos derecho a equivocarnos. 

Pero que poco nos equivocamos con nuestro jefe, que quizá lo merecería un poco más que nuestros hijos y nuestras hijas.

¿Podemos educar diferente?

Por supuesto, claro que podemos educar diferente. Todos podemos crecer y mejorar como padres y como madres, porque nadie nos ha enseñado. O si.

Nos enseñaron cuando fuimos niños y aprendimos de forma consciente e inconsciente lo que hay que hacer y lo que no hay que hacer.

Y muchos sufrimos con amenazas, con chantajes, con comparaciones, con etiquetas, con castigos, con humillaciones, con reproches… ¿Realmente es así como quieres educar a tus hijos?

¿Para qué hacerlo entonces siguiendo ese patrón? Si no te vale, si no te gusta, si no te hace sentir bien… ¡Cámbialo! 

Te podría decir la gran cantidad de correos electrónicos que llegan de mamás y papás explicándome que han hecho multitud de cursos, que han asistido a talleres, que han leído libros, y que no consiguen llevarlo a la práctica. 

Porque en los momentos en los que la tensión y el estrés hacen presencia la teoría sale por la ventana y en la práctica vuelven a utilizar todas aquellas herramientas y recursos qué día tras día, noche tras noche, se promete no volver a utilizar.

Resulta totalmente liberador poder dejar crecer a nuestros hijos desde la más absoluta admiración, alentando, acompañando, siendo ese modelo en el que quiero que se miren y trabajando en mí todas aquellas cosas que no me gustan de ellos, conectando con su ser, comprendiendo su edad y momento evolutivo, poniendo sentido del humor y buscando, día a día soluciones a cada una de las dificultades que tenemos. Para que cuando nadie los vea ellos sigan siendo, simplemente, ellos mismos.

Si no sabes hacerlo tú solo o sola, si tienes mucha teoría y te falta llevarlo a la práctica, si quieres dar un paso al frente y educar a tus hijos desde tu mejor versión, puedes escribirnos un correo electrónico a info@educarencalma.com, estaré encantada de ayudarte.

Además, si no puedes esperar y quieres tomar acción desde ya, en el siguiente enlace puedes inscribirte en el Minicurso GRATUITO de la escuela Educar en Calma, donde a través de herramientas y recursos fáciles, vas a poder empezar a trabajar en ese cambio que quieres para ti y tu familia.

Un abrazo y gracias por estar aquí,

Photo by Jochen van Wylick on Unsplash

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