Prometerse cada noche que mañana será distinto y, aun así, volver a perder la paciencia al día siguiente. Gritar a nuestros hijos aunque sabemos que no queremos hacerlo. Sentir esa mezcla de rabia, culpa y tristeza. ¿Te resulta familiar?
En este episodio hablamos, sin tapujos, de lo que hay detrás de los gritos: por qué aparecen incluso cuando deseamos educar desde la calma, y qué pasos podemos empezar a dar para cambiar este patrón.
Los gritos no significan falta de amor
Cuando gritamos no es porque no queramos a nuestros hijos, sino porque nos sentimos desbordados. Lo que falta no es amor, sino recursos para gestionar lo que sentimos en esos momentos de tensión.
El peso de nuestra propia infancia
Muchos de nosotros crecimos en entornos donde los gritos eran habituales. Sin darnos cuenta, repetimos lo que aprendimos, aunque no encaje con la madre o el padre que queremos ser hoy. Reconocer esa herencia emocional es clave para poder transformarla.
El cansancio y la sobrecarga
Las prisas, el cansancio acumulado, las exigencias del día a día… todo esto actúa como gasolina sobre una chispa. Cuando estamos agotados, regularnos se vuelve mucho más difícil.
La culpa no cambia nada
Después del grito llega la culpa, y con ella la promesa de “mañana será distinto”. Pero la culpa no transforma; lo que transforma es la conciencia. Entender por qué gritamos nos abre la puerta a hacer las cosas de otra manera.
Herramientas que sí funcionan
En este episodio compartimos estrategias sencillas y reales para:
Anticipar los momentos más críticos del día.
Regular nuestras emociones antes de explotar.
Encontrar frases y formas de comunicarnos que generen colaboración sin necesidad de gritar.
Una invitación al cambio
Este episodio no es una lección ni un manual. Es una invitación a mirarte con honestidad y sin juicio. Porque reconocer de dónde vienen tus gritos no te convierte en un mal padre o una mala madre: te convierte en alguien dispuesto a cambiar.
👉 Puedes escucharlo en:
💛 Recuerda: no se trata de no equivocarte nunca, sino de aprender a reconducir, reparar y seguir avanzando. Y siempre de volver a la gran pregunta que nos guía:
¿Cómo quieres que te recuerden tus hijos?


