Estoy acostumbrada a que me digan que los niños están continuamente retando a los adultos para tomarnos la medida. Seguro que vosotros también lo habéis escuchado en muchas ocasiones. Y, no creáis, no es fácil quitarse la mochila que todos llevamos encima para aprender a mirar a la infancia y la niñez con otros ojos, en la que el respeto y la igualdad sean la base para una relación sana.
Los niños, por lo general, necesitan modelos para formar su identidad. En muchas ocasiones vemos a niños y, enseguida, podríamos decir cómo son los padres, por la forma que tienen de afrontar las cosas. Sin embargo, cuando son pequeños, es más habitual que los niños tiendan a comportarse de formas diferentes para aprender qué deben o qué cosas no deben hacer y cuándo y dónde se pueden hacer unas cosas u otras.
Es común que los padres y educadores expliquemos a los niños que los rotuladores se utilizan para pintar en papel, ¿verdad? Y, sin embargo, es bastante habitual que muchos padres se quejen –o se rían, depende del carácter del padre- de que sus hijos les decoraron una pared, un mueble o cualquier otro objeto menos el papel que tenían preparado encima de la mesa. ¿Es un reto por parte de nuestros niños? ¿Están programados todos los niños del mundo para pintar en paredes?
Lo normal es que cuando comentas entre risas que a ti también te ha pasado, todos los demás respiren aliviados. Dice el refrán que “mal de muchos, consuelo de todos” (sí, lo he modificado un poco 😉 ), pero esta es la realidad: los niños necesitan saber si pueden pintar en un papel, en la pared del salón, en la pared de la habitación, en esa que es lisa o amarilla o blanca; si solo pueden los sábados o los días en los que en lugar de rotulador les damos una brocha… Y todo esto es normal durante los primeros años. Pensemos con calma: hay clases en las que a los niños se les pone un papel continuo para que pinten con lápiz, con rotuladores, con spray, con rodillo y con brocha. No es extraño, si estamos pintando una pared en casa, que nos vean con el rodillo cambiando el color del salón… ¿Es que no pueden ellos ayudarnos? –es lo que piensan, realmente-.
Y, a través de la repetición del mensaje, se les van aclarando las ideas y aprendiendo a que en el salón de casa las paredes serán del color que tengamos y que el rotulador, mejor, lo dejamos para los papeles. ¿A que a los 7 años ya no escuchamos esa queja? ¡Habrá otras, pero ya el problema no es la pintura en las paredes! Han entendido dónde y cómo se puede pintar.
Por lo tanto, nuestros hijos no nos retan. No nos están retando. Ellos quieren nuestra aprobación, porque les encanta hacernos felices y, si nos hicieron un dibujo hace unos días y nos encantó, ¡cómo no nos iba a sorprender un dibujo en el salón de casa, si es más grande, lo puede ver más gente y nos puede sorprender más! ¿A qué ahora lo ves con otra perspectiva?
Empatiza con tus hijos, disfruta cada día y deja de pensar que te están retando. No es tu enemigo, es tu hijo, y no olvides que tú eres el mejor modelo de buenas conductas, así que calma y disfruta paso a paso.
Un abrazo y gracias por estar ahí