¿Y si se equivoca? ¡No quiero que sufra!

FECHA

Los padres sufrimos con cada caída de nuestros hijos, es una realidad. Desde el mismo momento en el que nacen, ese primer llanto ya nos hiela el corazón. Y, desde entonces, todo es un camino de intentar que no lloren, no sufran, no se frustren…

Sí, ser padres no es fácil, no os voy a engañar. Es una carrera de obstáculos en la que nunca sabes si lo estás haciendo bien o mal, porque instrucciones no trae ninguno. Solo puedes actuar con el corazón -y la cabeza- y confiar en que todo saldrá bien.

Pero debemos saber, como padres, que nuestros hijos se caerán en algunas ocasiones. Y no es malo que caigan. Lo malo sería que no se levantaran, que no lo intentaran… pero caerse, es un paso más de la vida que les enseñará muchas cosas.

La caída también enseña

Por eso es importante que estemos presentes, confiemos en ellos, permitamos que vayan siendo cada vez más autónomos y tengan la seguridad de que siempre estaremos ahí cuando caigan. No para levantarlos, sino para alentarlos para que se levanten. No los empujaremos para que sigan caminando, pero los sostendremos emocionalmente para que sean capaces de ver en la caída un aprendizaje.

Como os he dicho, ser padres no es fácil. Aún recuerdo cuando mi mayor cayó por primera vez al intentar caminar. Entonces una voz vino a mi cabeza: “las caídas físicas en la infancia son las psicológicas en la edad adulta”. Es importante que se levanten.

Hace unos días, me preguntaba mi cuñada que, entre el Coyote y el Correcaminos, cuál de los dos me gustaría ser. Comencé a pensar en alto:

  • El correcaminos es más rápido y siempre consigue su propósito: escapar del coyote. Siempre gana. Sin embargo, el Coyote siempre lo intenta de nuevo, a pesar del fracaso.
  • Efectivamente, el Coyote siempre se levanta.

A veces queremos que nuestros hijos sean los mejores, los más rápidos, los que más goles metan, los que más rápido aprendan a vestirse solos, a leer, a escribir, los que mejores notas saquen… Pero no les enseñamos a levantarse. Porque caerse, se van a caer.

No queremos que sufran, es normal

Como padres tenemos miedo a que nuestros hijos sufran y es lógico. Es normal que no queremos que pasen por aquellas cosas, experiencias, que nosotros hemos sufrido en nuestras carnes.

A ningún padre le gusta saber que su hijo está teniendo una mala experiencia, pero hasta que no lo sienta, no aprenderá una importante lección.

Como padres debemos saber que podemos proteger a nuestros pequeños (porque da igual la edad que tengan, siempre serán nuestros pequeños) de muchas cosas. Pero otras, tendrán que experimentarlas. ¿Cómo los protegemos de un desengaño con un amigo? ¿Y en el amor? ¿Cómo los protegemos de un suspenso? ¿O de un despido? ¿Cómo los protegemos del sentimiento y la emoción de la pérdida de un ser querido?

En mi vida académica, suspendí pocos exámenes, pero los que suspendí me hicieron aprender. Mucho. En unos fue la falta de estudio lo que me llevó al suspenso. En otros, la falta de vocación. Y cambié de camino. Por lo tanto, suspendí el examen, pero aprendí sobre mí misma y sobre la vida.

En mi vida laboral encontré trabajos mejor y peor remunerados, mejor y peor valorados por la sociedad… pero cuando me despidieron por un motivo injusto, gracias a todas las caídas anteriores pude pedir ayuda y reclamar.

Aceptar y alentar, nuestra misión como padres

Todo en esta vida te hace aprender, hasta las caídas. Por eso, con este artículo quiero transmitirle a los padres naturalidad ante los acontecimientos. Nuestros hijos se van a caer. Eso no significa que no tengamos que hacer nada. No. Significa que debemos saber que lo pasarán, que deberíamos estar cercanos y disponibles para cuando nos necesiten. Y dejar que se levanten, sin forzarlos, pero sin machacarlos (ni “vamos, arriba, que eso no es nada” -imagínate a tu hijo cuando lo deje su primera novia diciéndole eso, o ante un despido-, ni machacando su autoestima “es que no puede ser, porque no estabas lo suficientemente preparado, sin mí no deberías ni intentarlo” -ponte en la misma situación anterior y verás cómo queda-).

En fin, que le pongáis corazón a la crianza y cabeza. Corazón para sentir y acompañar, y cabeza para aceptar todo lo que van a pasar nuestros hijos, siempre acompañados por nuestra mente y nuestro amor.

Un abrazo y gracias por estar ahí,

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