obediencia
Los peligros ocultos tras la obediencia

FECHA

Me llegan muchos casos a las asesorías de coaching familiar de papás y mamás cuya principal preocupación es que sus hijos no les hacen caso, no consiguen que les obedezcan.

Me explican que no quieren que sus hijos les obedezcan ciegamente y absolutamente a todo, solo que “les hagan caso a ellos”, sus principales referentes, en las cosas verdaderamente importantes, pero… ¿cuáles son esas cosas?

Tenemos muy interiorizada la creencia de que “un niño bueno es un niño obediente”, pero nada más lejos de la realidad y como siempre, aquí estoy yo para hacerte reflexionar y espero, cambiar tu percepción sobre la obediencia y  la infancia.

¿Realmente queremos tener niños y niñas obedientes?

La mayoría de nosotros, como padres, queremos que nuestros hijos e hijas se conviertan en adultos independientes, autónomos, seguros de sí mismos, valientes y con una autoestima fuerte.

Sin embargo, en nuestro día a día, queremos que nos obedezcan siempre, y si es rápido y con una sonrisa en los labios, mucho mejor.

Cuando una persona -sea niño o adulto- es obediente, deja de pensar y tener criterio propio, se centra en seguir instrucciones y cumplir “órdenes” sin rechistar, algo que hoy en día, en el mundo en el que vivimos, conlleva un gran peligro para los niños, que pronto serán adolescentes y acabarán siendo los adultos del futuro.

Tener criterio, pensar, ser reflexivos, valorar otras opciones, ser capaces de tomar nuestras propias decisiones, trabajar desde otros puntos de vista, respetarlos y no actuar como (tu madre, padre, marido o el Gobierno) pretenden que actúes, es fundamental para cualquier ser humano libre y equilibrado.

La obediencia incapacita a nuestros hijos

Cuando una persona es obediente no puede tomar decisiones por ella misma, algo que genera un sentimiento de incapacidad que afecta directamente a la autoestima de los más pequeños.

Niños y niñas que crecerán, pasarán por las diferentes etapas de su desarrollo, algunas un poquito más conflictivas que otras, como es la adolescencia, y que en algún momento, se encontrarán con ese difícil papel de tomar decisiones importantes en su vida.

“No podemos pretender que los niños nos hagan caso con dos, tres, cinco o quince años

y a los dieciocho preguntarles qué quieren estudiar”.

En nuestra mano está aprender a acompañarles, guiarles y apoyarles para que aprendan a tomar dichas decisiones con libertad y seguridad, con la capacidad de aceptar las consecuencias de las mismas, sin juicios, críticas, sentimientos de culpa o inseguridades.

Para aprender tenemos que practicar

Nuestros hijos necesitan arriesgarse con esas pequeñas decisiones del día a día para empezar a practicar y aprender a gestionar sus propias decisiones.

Qué camiseta me voy a poner hoy, si voy a ir a la fiesta de carnaval con el disfraz que me han pedido o prefiero no disfrazarme, si decido ponerme unas botas de agua un día con 40º a la sombra…

Aprender qué supone cada una de mis decisiones y ser capaces de asumir las consecuencias de nuestros actos es fundamental para el buen desarrollo de los niños.

Los efectos negativos de la obediencia

Cuando uno es obediente puede caer en manos de la manipulación o la sumisión. 

Llegar a la adolescencia estando acostumbrados, teniendo normalizado el hacer caso a lo que otros me dicen -aunque sea papá y mamá- es muy peligroso.

Durante la adolescencia los padres pasan a un segundo plano, ganando importancia su grupo de iguales, así que si lo que me importa es lo que digan mis amigos, ese niño o niña tomará el chupito, probará la marihuana o se conectará a portales pornográficos porque sus amigos le habrán dicho que eso es lo que tiene que hacer.

No reflexionará, no cuestionará si está bien o mal. Simplemente, igual que a lo largo de toda su vida, confiará y actuará como le digan sus referentes.

La obediencia no es respeto

Es posible educar a nuestros hijos sin el recurso de la obediencia y no, no vas a educar a unos niños tiranos, mal educados o asalvajados.

La solución para dejar de lado la obediencia es trabajar la cooperación, la conexión con nuestros hijos e hijas. Conseguir que se sientan vistos, atendidos, importantes, sentidos, que sientan que pertenecen, que son parte importante de la familia, que sientan ese amor incondicional, sin condiciones.

Cuando las necesidades básicas -y no tan básicas- son observadas, escuchadas, valoradas y atendidas, los niños y niñas colaboran, porque comprueban que todo eso favorece su bienestar personal, el de sus padres, el de su familia, porque sienten que son parte activa de ese equipo al que pertenecen y están contribuyendo.

De esta forma, la obediencia pierde todo el sentido e importancia que creemos que tiene.

Y es algo que se puede trabajar, se puede llevar a cabo desde la tierna infancia, las familias pueden hacerlo, tú puedes hacerlo, y si no sabes por dónde empezar, aquí me tienes para ayudarte, para acompañarte, guiarte, darte un punto de partida -y hacerte trabajar mucho- para conseguirlo.

¿Qué te ha parecido este artículo? ¿Conocías el lado oscuro de la obediencia? Cuéntame tu opinión y experiencia en los comentarios, estaré encantada de leerte.

Un abrazo y gracias por estar aquí,

Photo by Ben White on Unsplash

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