Hoy me gustaría contarte mi experiencia personal, mi mayor error al convertirme en mamá, un error que la mayoría de nosotras (por no decir todas) cometemos y es el principal causante de la desconexión con nuestros hijos (y pareja) al obtener este título, para el que nadie nos prepara, pero que nos acompañará el resto de nuestra vida.
Un error del que no somos conscientes hasta que empezamos a repetir patrones de nuestros padres. Esas palabras y acciones que un día nos juramos y perjuramos que jamás utilizaríamos con nuestros hijos, hasta que se nos escapa ese primer grito que deja a nuestro hijo paralizado o peor aún, hasta que te ves zarandeandolo o incluso, dándole un cachete.
Antes de nada, me gustaría decirte que si leyendo mi experiencia te sientes identificada, no quiero que sientas ni un ápice de culpa por lo que hayas podido hacer o decir.
La maternidad no es un camino fácil. Cada hijo, las situaciones que vivimos con cada uno de ellos, todas diferentes porque no hay dos niños ni maternidades iguales, nos hacen reencontrarnos con esa niña herida que todas llevamos dentro de nosotras y retroceder en el tiempo a recordar todas esas vivencias que en su día nos hicieron daño y quedan ahí escondidas, experiencias que intentamos olvidar, duele.
No es momento de juzgarnos, culparnos o compadecernos. Es momento de tomar acción, de tomar consciencia, de pensar si realmente lo estás haciendo de la manera que tú lo quieres hacer, y si sientes que no, solo pretendo alentarte a hacerlo de una forma diferente, porque tú también puedes educar en calma a tus hijos.
Mi mayor error al convertirme en mamá: olvidarme de mí misma
Al finalizar la carrera, prácticamente sin darme cuenta, llegó mi comienzo laboral. Primero, en una escuela Montessori (que como muchas con letrero muy bonito, de Montessori sólo tenía el nombre) y, poco después, en una escuela infantil en la que empecé para quince días y me quedé una buena temporada, por lo que no era de extrañar que tras ese tiempo descubriendo el maravilloso mundo de los bebés en primera persona, enseguida quisiera tener el mío propio.
Como ya te he contado en alguna ocasión, mi embarazo no sentó muy bien en esa escuela infantil, así que embarazada de seis meses, me dieron una carta de despido.
Algo que en un primer momento me molestó e indignó muchísimo, pero ya con mi bebé en brazos y conforme iban pasando los meses, me sentía la mujer más afortunada del mundo al no tener que separarme de él en ningún momento. Algo que me hizo comprender a todas esas mamás que cada mañana, con lágrimas en los ojos, me confiaban a sus bebés mientras se marchaban a cumplir con su jornada laboral.
Durante años fui la última en ducharme y prepararme para salir de casa, la que siempre posponía las revisiones del médico, la que dejó de acudir a la peluquería para arreglarse el pelo, la que dejó de depilarse, de hacer las cosas que tanto le gustaban y nutrían como podía ser una clase de yoga o leer un libro.
En definitiva, no podía sentarme o separarme de los niños sin que el sentimiento de culpa apareciese por mi cabeza. Quería hacerlo todo tan bien y que ellos estuvieran tan bien, que como podrás imaginar, yo empecé a no estar bien.
Reconozco que fueron momentos difíciles. No me sentía bien conmigo misma, no me veía bien, no reconocía a la Elisa que reflejaba el espejo, gritaba, pedía perdón pero volvía a gritar, la paciencia y el autocontrol brillaba por su ausencia… y así, poco a poco, día tras día, me apagué.
Hasta que fui consciente de ello, dije BASTA y todo empezó a cambiar. Mis hijos eran perfectos y lo único que realmente necesitaban era que yo empezara a cuidarme para conseguir darles mi mejor versión, la versión que tanto ellos como yo, merecíamos.
¿Quieres saber cómo lo hice?
A través de pequeños detalles que sin duda, marcaron la diferencia. Empecé a salir de paseo con mis hijos para que nos diera el aire y sol, me levantaba un poquito antes para poder desayunar sola, tranquila y en paz, un té en compañía de mi marido cuando los niños dormían, 10 minutos de lectura de mi libro favorito antes de dormir….
Pequeñas acciones que consiguieron que día a día comenzase a sentirme bien conmigo misma.
“Todo empezó a cambiar cuando comprendí que soy humana, no perfecta y necesitaba mimarme y quererme para poder cuidar bien de mi familia”.
Sé que no es fácil, cuando te conviertes en mamá tu orden de prioridades cambia y tiendes a ponerte en último lugar.
Es normal volcarse en las necesidades del bebé. Lo sé, los niños no vienen con un manual de instrucciones y necesitan que pases mucho tiempo con ellos para cubrir sus necesidades.
Es más, sobre todo en esos primeros momentos, por más que te digan que salgas, que vayas a cenar con tu marido o te apuntes a yoga, lo que a ti te apetece y te pide el cuerpo es estar abrazando a tu bebé, y también está bien, si eso es lo que necesitas, también es autocuidado, no pasa nada.
Pero debemos ser conscientes de que nuestra jarra de amor se va vaciando, y si no la rellenamos, es muy probable que no te sientas bien, que acabes perdiendo los nervios y que no seas capaz de controlar tus reacciones ante las explosiones emocionales de tus hijos.
Eres su figura de apego, su referencia y es fundamental que le dediques tiempo, pero no puedes olvidarte de que además de mamá, eres persona y tienes tus necesidades, igual de importante que las de tus hijos.
Recuerda que dedicarte tiempo no es un acto egoísta, es un acto de generosidad.
Si sientes que estás al límite y necesitas ayuda, apoyo o aliento, te animo a que contactes con nosotras, nos cuentes tu caso, reserves una sesión de diagnóstico GRATUITA y empecemos a trabajar juntas en el cambio que necesitas y mereces.
Para finalizar, me gustaría dejarte un mensaje que me gustaría que tuvieses presente en tu día a día.
“Cuidar de ti misma también es cuidar de tu familia, eres una madre estupenda. Quiérete, eres la persona más importante de tu vida”.
Espero que mi experiencia te inspire a empezar a cuidarte. De verdad, vas a notar un gran cambio en ti, en la relación con tu pareja y con tus hijos.
Si te apetece, déjame en comentarios esas pequeñas cositas con las que vas a empezar a mimarte. Al dejarlo aquí escrito, estoy segura que tu compromiso será mayor y te servirá de impulso para llevarlo a cabo. Te leo en comentarios.
Un abrazo y gracias por estar aquí,
Foto de Anna Hecker en Unsplash