Confía en tus hijos, pueden hacer más cosas de las que crees -pero a otro ritmo-

FECHA

Hoy vamos a hacer una reflexión sobre un tema que me habéis comentado alguna vez: el ritmo de los niños es diferente y hace que no siempre les enviemos los mensaje adecuados para trabajar la confianza en ellos mismos, ¿verdad?

Es fácil que a todos se nos vengan a la mente frases (del tipo: «date prisa», «deja, que ya lo hago yo», «eso no que no llegamos», «yo te cojo… que tú eres muy lento») que usamos con los niños para intentar que lleguemos a tiempo al cole, a bajar al perro, a poner la mesa… Seguro que no os pilla de susto a ninguno si os digo, como en otras ocasiones, que los niños llevan un ritmo diferente al de los adultos.

Por mucho que queramos, ellos llevan otro ritmo, otro reloj que marca si tiempo… Parece que no tiene prisa y es que tienen toda la vida por delante para aprender, para reír, para caminar, para disfrutar…

Así es la infancia: única

Confía en tus hijos

¿Qué mensaje les damos en nuestro día a día?

Soy consciente de que como adultos tenemos una serie de responsabilidades, tareas adquiridas, el trabajo, la casa, la familia, el deporte, los amigos… Y no siempre podemos ser conscientes de lo que hacemos y lo que transmitimos a los niños.

Mi intención no es, para nada, hacerte sentir mal. Creo firmemente que cada padre y cada madre lo hacemos lo mejor que podemos en el momento preciso, pero ser conscientes de nuestro aquí y ahora, hace que también eduquemos y aportemos más y mejor a nuestros hijos.

Sé que es más fácil para nosotros si les damos un puré o los vestimos que si comen de nuestra comida ellos solitos o se visten solos eligiendo su ropa y dedicando tiempo a abrochar ese botón que hoy se ha complicado. Tardamos menos, somos más rápidos, tenemos más práctica, lo hacemos mejor…

¿Pero qué les estamos transmitiendo? Que no valen para ello, que no saben hacerlo, que no pueden, que no confiamos en ellos para esa tarea…

¿Y es cierto? En muchas, muchísimas ocasiones, no. Rotundamente no. Confiamos en ellos y sabemos que saben y pueden hacer muchas cosas.

Si le pregunto a cualquier padre o madre me dirá que quieren que sus hijos no tengan límites y lleguen hasta donde ellos desean llegar.

Entonces, ¿qué nos ocurre?

El ritmo de los niños es diferente

La forma de gestionar el tiempo de los niños es totalmente diferente a la nuestra. Ellos no tienen prisa. Pensad que su forma de concebir el mundo no pasa por los minutos y segundos, por los horarios y los “llegamos tarde”

Tienen toda la vida por delante y, además, los niños tienen una cosa diferente a los adultos: disfrutan plenamente de los procesos, aprendiendo, compartiendo, disfrutando.

Por ejemplo: se me viene a la mente una imagen de mi hija de 16 meses en la bañera, con sus hermanos, llenando cubitos con agua y vaciándolos una y otra vez, mientras intenta llevar agua a un pingüino que tenemos y que hace que se muevan unas aspas. ¿Sabéis cuántas veces fue capaz de estar haciendo eso sin perder la concentración? Estaba disfrutando, sin prisas, del proceso y de la meta que para ella fue conseguir que las aspas de movieran.

A la hora de comer, cuando dejamos que coman con nosotros de nuestra comida, hacemos que conecten y pertenezcan a nuestra familia, a este momento especial que implica compartir la comida, nuestros manjares (aunque sean unos macarrones con tomate), nuestra conversación… Y aprenden habilidades sociales y de vida que serán importantes para ellos el día de mañana.

¿Dónde si no aprenderán a usar los cubiertos? ¿Y a esperar para que todos empecemos a la vez? ¿Y a que no se eructa en la mesa (aunque de bebés saquemos los gases y hagamos una fiesta cuando eructan)?

El gran reto: entender el mundo de los niños y respetar su propio ritmo

Para mí como madre sé que el gran reto al que nos enfrentamos es entender el mundo de los niños, sus necesidades, sus aspiraciones y, en muchas ocasiones, quitar las etiquetas negativas que rodean a la infancia y que llevamos en nuestras mochilas.

Cuando estoy en los talleres con familias me lo dejáis claro: cuesta empatizar con nuestros hijos porque nos falta información. Ser padres es el primer trabajo en el que primero te dan el título (tienes a tu bebé) y luego tienes que aprender sobre los temas que te preocupan relacionados con tu bebé (lactancia, salud, educación…)

¡Y somos padres para toda la vida!

Siempre os animo a dar vuestra mejor versión de vosotros mismos y me confirmáis que el hecho de ser padres os ha hecho mejores personas, así que tenemos varias cosas ya ganadas. Por un lado, el amor infinito que sentimos por ellos y, por otro, que somos mejores personas gracias a ellos.

Los niños han venido a enseñarnos muchas cosas: ¿dónde si no hubiéramos aprendido que tenemos tanta paciencia? ¿dónde hubiéramos aprendido que dormir está sobrevalorado y que vivir es lo importante? ¿dónde hubiéramos visto que una sonrisa es nuestra mejor recompensa al terminar el día?

Por ello, además de lo que ya somos, vamos a seguir aportando a nuestros hijos. Vamos a hablarles transmitiéndoles lo que queremos: confiamos en ellos, sabemos que pueden, son obstinados y lograrán sus propósitos. Además, esto es algo que en los adultos lo valoramos mucho: que sean capaces de intentarlo una y otra vez, que se levanten.

Pues vamos a usar bien nuestro lenguaje verbal y no verbal. Permitámosles intentarlo las veces que lo necesiten. Su gimnasio es el día a día. A veces parecerá que son pequeños para algo, pero igual nos sorprenden para bien. Total, si necesitan ayuda también son humildes y capaces de decirlo. Confiad en ellos y permitir que practiquen, nos viene bien a todos: a ellos y a nosotros.

Así que confía, disfruta y aprende con tu hijo… Tenemos tanto que aprender de ellos

Hasta aquí el artículo de hoy, espero que te haya gustado y te sirva para seguir cambiando la mirada hacia la infancia.

Un abrazo y gracias por estar ahí,

Por cierto, recuerda que tenemos en marcha un reto para ti: 

5 días sin gritos

Cada día te daré un consejo para dejar de gritar, una reflexión para que te inspires y aprendas a conocerte mejor para conseguir que este hábito de gritar se vaya alejando de ti.

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