No hay nada más bonito que ver a un niño concentrado mientras juega. Ese poder de concentración mientras imagina, crea, disfruta, reproduce diálogos, trabaja el lenguaje, la motricidad… ¡El juego tiene tantos beneficios!
Son muchos los adultos que ya han olvidado la importancia del juego. El juego, aunque algunos crean que es una pérdida de tiempo, tiene un valor incalculable.
En primer lugar, es la forma natural en la que el niño aprende. Sí, nosotros, los adultos, podemos darle lecciones de moral, ética, física cuántica o lo que queramos, pero será a través del juego cuando ellos saquen todo lo que tienen dentro para probar, experimentar, aprender leyes físicas, matemáticas…
Y si me preguntan por el juego desestructurado os diría, sin ninguna duda, que es el mejor para la primera infancia y muy importante para el resto de la vida. Sí, los adultos también podemos dejarnos llevar, sacar a ese niño que llevamos dentro -a veces muy callado por el ritmo frenético que llevamos- y jugar. Jugar a ser lo que queramos, a construir civilizaciones, a pintar sin orden, a probar técnicas diferentes, a modelar arcilla sintiendo el placer del tacto, a disfrutar liberando nuestra mente de preocupaciones y concentrándonos en el aquí y el ahora.
El juego desestructurado
Consiste en juegos sin instrucciones, sin normas, sin límites ni direcciones. Solo piezas de materiales naturales que podemos amontonar, unir, separar, hacer torres, alinear, imaginar que son animales, plantas, personas, hermanos, vecinos, amigos… La única limitación está en nosotros y los niños tienen pocos límites mentales, así que da juego para rato.
Si dejamos a los niños frente a materiales desestructurados es posible que lo exploren con curiosidad y, rápidamente, se pongan a “trabajar”, creando cosas, reproduciendo modelos o escenas que han vivido y que no han sabido gestionar… Es impresionante lo que podemos aprender si miramos a nuestros niños mientras juegan.
Beneficios del juego desestructurado
Una de las cosas más importantes que he escuchado en charlas sobre neuro educación es lo beneficioso que es trabajar con los niños la “función ejecutiva”, que es el conjunto de habilidades que nos permiten organizar, clasificar, preparar, definir una meta a corto plazo, a largo plazo, atender, hacer un uso eficaz de la memoria, etc.
El juego desestructurado permite a los niños trabajar, de forma natural, la función ejecutiva, lo que potenciará y mejorará la forma de aprender. Es la forma de darle sentido a ese juego, la emoción que pone al implicarse en este juego libre, lo que va a hacer que se trabaje la función ejecutiva. Pero, en sí mismo, el juego libre de los niños, ya tiene valor propio.
Quizá la parte más beneficiosa del juego desestructurado es que se adapta a las necesidades y ritmos de los niños, sin sobre-estimularlos. Son juguetes que, generalmente, no emiten sonidos, no se mueven, no hablan, no cantan, no tienen una meta clara y concisa, y ahí es donde reside su grandeza.
Hoy necesitaran reproducir una conversación que han tenido en clase, una situación del patio o ver con perspectiva a una familia -quizá la suya o quizá la de su amigo Juan-. Hoy necesitan crear, amontonar, crear torres elevadas y aprender sobre pesos, tamaños y equilibrios. Hoy les permiten que, entre sus pequeñas manos de niños, puedan cobrar vida esos listones de madera para convertirse en molinos, en casas o en Dios sabe qué.
Sus cabecitas están trabajando, están construyendo, están conectando neuronas y aprendiendo, pero, sobre todo, están disfrutando a su ritmo.
Y los padres, ¿qué debemos hacer?
Una vez que hemos ofrecido el material de juego desestructurado podemos guardar silencio y observar.
Observar cómo se ponen en funcionamiento sus manos, sus ojos, su cerebro… Cómo sonríen, cómo cogen piezas y comienzan a crear. Es mágico.
Por supuesto, esto no significa que vayan a estar toda la tarde haciendo construcciones. Los niños son activos y, aunque les guste explorar y divertirse con un material, también es posible que lo dejen apartado. No hay que frustrarse, son niños y tienen etapas y momentos en los que están más predispuestos a jugar con un material (igual que cuando llega un libro “buenísimos” a tus manos, pero no es el momento).
Si nos ponemos a jugar con ellos, puede ser que se frustren porque, en general, los adultos no somos muy buenos en esto de “no crear nada definido” y dejarnos llevar por el placer de construir, juntar, amontonar… Y digo que puede que se frustren porque si les decimos que vamos a hacer una ciudad con piezas de madera, ellos luego querrán reproducirla y, si no les sale bien, es frustrante para ellos no conseguir su meta.
Por eso quizás es mejor permitir que exploren el material sin prisas, sin presiones, solo por el placer de ver un material diferente y dejarse llevar.
Nosotros podemos aprovechar para leer y mirar por el rabillo del ojo, en silencio, como nuestros bebés han crecido y hacer preciosas cosas con sus manos.
Hasta aquí el post de hoy, espero que os haya gustado. Prepararé un artículo sobre materiales de juego desestructurado por si os apetece ver algunos ejemplos.
Un abrazo y gracias por estar ahí,