Hay emociones y sentimientos que son agradables de acompañar, es cierto. A mí me encanta estar presente cuando mis hijos están contentos, descubren que pueden hacer cosas sin mi ayuda y se llevan un “chute” de autoestima importante.
Pero acompañar momentos en los que está presente la agresividad, la rabia, la frustración… No, no es fácil. Ni siquiera sabiendo que debemos acompañar cada una de las emociones, es fácil estar ahí.
Un caso real
El pasado domingo se jugó el partido por excelencia: Real Madrid- Barcelona. En casa tenemos el corazón dividido para el Derby, pero en estos casos, todos vamos con el Madrid.
A pesar de que Álvaro dice ser un poco del Barcelona para que su tío no esté solo en la familia, tiene el corazón blanco (y eso que su madre es del Atlético).
La cosa es que mientras el Madrid iba ganando, Álvaro estaba contento. ¡Poco le duró la alegría esta vez! Finalmente, todos sabréis el resultado. Victoria para el Barcelona, derrota para el Madrid
Y llegó la frustración
Y, entonces, con la tristeza de haber perdido en el último minuto, Álvaro rompió a llorar. Enseguida le dijo su padre que debía entender que no siempre se gana.
El pobre, con cuatro años, no encontraba consuelo. “¡¡Pero yo quería que ganara mi equipo!!”- acertaba a decir.
Entonces intervine y le dije: “Hace unos meses, mi equipo perdió una final contra el Real Madrid. A mí me dio mucha rabia que perdieran por segunda vez. Y yo también lloré. Lloré porque yo también quería que ganara mi equipo y reír. Así que te entiendo. No es fácil perder, pero estoy segura de que aprenderás muchas cosas hoy”.
Él me miraba con esos ojos preciosos que tiene y, al rato, me dio un abrazo. Luego, ya en la cama, me dijo “eres una madre especial”.
- ¿Especial, por qué?”
- Porque me cuidas, aunque llore y esté triste
Acompañarlos no siempre es fácil, pero nos necesitan
Efectivamente, acompañarlos cuando ríen es fácil. Acompañar, aunque sea en el silencio cuando alguien está mal, no lo es tanto.
No siempre sabremos qué decir. No siempre sabremos si está bien lo que hacemos. A veces, los niños, como los adultos, solo necesitan que los acompañemos mientras sienten esa nueva emoción y aprenden a gestionarla.
Porque, sinceramente, que levante la mano la persona a la que le gusta perder cuando es pequeño (y, cuando somos grandes). Otra cosa es que te puedas “acostumbrar” a no ganar siempre, a que tu equipo pierda, a que las cosas no siempre te salgan bien… Pero bien, no nos sentimos, reconozcámoslo.
A partir de ahí, tendrá que aprender a valorar qué cosas le harán “perder el sueño” y enfadarse con el mundo. Quizá un partido de futbol no debería provocar que pierda su bonita sonrisa. El tiempo lo dirá, ¿verdad?
Hasta aquí el post de hoy. Espero que os haya gustado.
Un abrazo y gracias por estar ahí,