Ha llegado el día de la madre. Hoy en muchos hogares habrá habido algún regalo, algún detalle que haga que la madre se sienta especial. Pero, ¿qué significado tiene celebrar este día?
Es algo que no terminaba de entender cuando era la hija y, el día que tuve a mi bebé en brazos, todo cobró sentido.
Son ese tipo de cosas que piensas que son una “tontería comercial” pero que, en el fondo, sabes que se necesita tener un día marcado en el calendario.
Ser madre es algo que te llena de orgullo y de cansancio partes iguales; es algo que te llena de emoción y de entrega cada día, y la incertidumbre pasa a convertirse en un estado cuasi permanente de tu vida. ¿O no?
Incertidumbre por no saber qué pasará el día de mañana, si estaremos educando bien, si les estamos proporcionando las herramientas que necesitarán, si les ocurrirá algo… Éste es, sin duda, el peor temor que tenemos.
Y es que, al final, todas las madres con nuestros defectos, con nuestras virtudes, con nuestras ilusiones, con nuestras dudas, con nuestras inquietudes, con nuestros momentos de pánico y de superación, todas amamos de una forma indescriptible a nuestros hijos.
Disfrutamos con sus descubrimientos, con cada paso en el camino que van dando, cada meta que consiguen.
Sufrimos con cada caída, con cada golpe, con cada rasguño, con cada fracaso.
Nos reímos sólo con escuchar su risa y lloramos con su sufrimiento.
Sí, ser madre es algo grande, algo muy grande.
La llegada de un hijo que hace vulnerable y, a la vez, te hace ser madre de todos los niños del mundo, porque no es difícil saber que todas las madres sufrimos con las enfermedades de nuestros hijos, y nos parece impensable poder vivir sin ellos.
¿Cómo han podido al largo de la historia vivir mujeres enterrando sus hijos? ¿Cómo viven todas aquellas que están en la lucha de querer ser madres? ¿Cómo pueden vivir hoy cuando la guerra destruye sus hogares?
Cuando tuve a Alvaro por primera vez en mis brazos me di cuenta de que mi vida nunca volvería ser igual: un trozo de mi corazón siempre viviría fuera de mí. Con el resto de maternidad he vuelto a repetir la misma experiencia.
Pero también me siento eterna, muy eterna, porque cuando ya no esté presente, seguiré estando viva en ellos, en sus hijos (si es que los tienen), en sus nietos…
He aprendido a valorar a mi madre, a mis abuelas, a todas las mujeres madres que han disfrutado y sufrido con la llegada de sus hijos. ¡Cuánto os debemos!
La maternidad te hace empatizar, sin duda. Te hace sentir y sufrir como si la humanidad también dependiera de ti; y es que, en cierta manera, depende de ti.
Así que a ti, que eres madre y te lo mereces,
¡feliz día de la madre!
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