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5 Heridas emocionales de la infancia que persisten en los adultos

FECHA

La infancia, la época más maravillosa de todas, ese periodo de nuestra vida en el que aprendemos, absorbemos información de todo lo que nos rodea, definimos nuestros valores, nuestros miedos, inseguridades y en definitiva, la persona en quien nos vamos a convertir cuando seamos adultos.

Nuestra infancia, un periodo tan corto y a la vez tan importante en la vida de una persona, que todas las experiencias que vivimos a lo largo de ella, determinan nuestra salud emocional cuando seamos adultos.

Los niños, esos seres maravillosos de luz que vienen al mundo libres de condiciones, de etiquetas, de prejuicios, solo repletos de amor incondicional hacia nosotros, sus referentes, en quienes depositan su confianza ciega y a los que solo piden cariño, seguridad, apoyo, aliento y acompañamiento para desarrollarse y encontrar su lugar en este mundo, y de los que, a veces, reciben -o perciben- algo totalmente distinto, pero que con los conocimientos adecuados, podemos evitar.

Los expertos identifican 5 heridas emocionales de la infancia que nos marcan de por vida. Conocerlas, identificarlas y saber cómo podemos sanarlas, es fundamental para evitar trasladarlas y que también las sufran nuestros hijos.

En el post de hoy vamos a hablar sobre estas heridas emocionales, para que puedas reconocer si tienes en tu mochila alguna de ellas, y de ser así, que puedas plantarle cara y conseguir que no influyan en la relación con tus hijos. 

¿Qué es una herida emocional?

El primer paso del proceso de sanación de una herida emocional es saber qué es, de qué estamos hablando. 

Ser capaz de localizarlas es fundamental si queremos liberarnos de esta carga, que incluso nos afecta a la hora de afrontar los retos que se nos presentan en la vida.

Una herida emocional es una lesión psíquica y afectiva, que nos condiciona y nos impide disfrutar de una existencia plena, disminuyendo nuestra calidad de vida cuando somos adultos.

Una herida tan profunda dentro de nosotros, que nos influye constantemente y dificulta las relaciones personales con nuestro entorno.

Es probable que sufras alguna de ellas, si no varias, ya que la forma en la que hemos sido educados, desde el desconocimiento, propiciaba este tipo de traumas en la infancia.

Son varios los signos que nos alertan de la existencia de alguna de estas heridas psicológicas, como por ejemplo, la depresión, la ansiedad, los pensamientos obsesivos, diferentes tipos de actitudes agresivas, inseguridades, miedos, desconfianzas, trastornos del sueño, fracasos en las relaciones afectivas…

¿Y por qué aparecen las heridas emocionales?

Los niños aprenden a interpretar el mundo que les rodea en los primeros años de vida. 

Una interpretación influida por el entorno, los valores familiares, las experiencias que vivimos, el contexto cultural que nos rodea…

En ocasiones, las heridas emocionales aparecen por una infancia traumática provocada por cuidadores negligentes, maltratadores o padres ausentes.

Pero en la mayoría de casos, estas heridas tienen su origen en interpretaciones distorsionadas de la realidad por parte de los niños, que con su cerebro en desarrollo, son muy buenos observadores, pero tienen una asignatura pendiente en cuanto a interpretación se refiere.

Los pequeños tienen su cerebro aún inmaduro para comprender todo lo que sucede a su alrededor, por lo que un niño puede sentir abandono cuando sus padres tienen que salir todos los días a cumplir con largas jornadas de trabajo y no pueden tener la atención que necesitan por parte de ellos.

De esta forma, las heridas emocionales aparecen por una o varias experiencias negativas -o interpretadas como tal- por parte del niño, dejando una huella afectiva que acaba afectando a sus comportamientos de adulto.

Las heridas emocionales de la infancia se originan a edades muy tempranas, a raíz de sucesos o experiencias traumáticas -ya sean reales o interpretadas por ellos- a consecuencia de un acontecimiento puntual o prolongado en el tiempo como puede ser los celos por el nacimiento de un hermanito, malos tratos, una crianza negligente…

Experiencias que necesitan una correcta gestión emocional para la que los más pequeños -y muchos adultos- no se encuentran preparados en esta primera etapa de su vida.

Por este motivo, es normal que la mayoría de nosotros alberguemos en nuestro interior alguno de los 5 tipos de heridas emocionales más comunes, que afectan al correcto desarrollo del ser humano y que te detallo a continuación.

1. El miedo al abandono

Las personas que han experimentado el abandono en su infancia temen mucho la soledad.

La falta de afecto, de protección y cuidado por parte de sus referentes, les marcó tanto de pequeños, que se encuentran en alerta constante para evitar ser nuevamente abandonados, con mucha ansiedad y  temor por volver a quedarse solos.

Los adultos marcados por la herida del abandono, dependiendo de su personalidad, sufrirán una gran dependencia emocional, llegando a tolerar lo intolerable con tal de no quedarse solos, o por el contrario, tomarán la iniciativa y abandonarán a los demás, con el fin de protegerse y no revivir las experiencias de su infancia.

Para sanar esta herida es fundamental trabajar ese miedo a la soledad. Esforzándonos en pasar tiempo de calidad con nosotros mismos, realizando las actividades que más nos gusten y aprendiendo a disfrutar del tiempo con uno mismo.

Es importante tomar conciencia y recordar que es nuestro niño interior quien teme al abandono, no nosotros como adultos, por lo que tenemos que conectar con él o ella y hacer que se sienta seguro.

2. El miedo al rechazo

Esta es una de las heridas emocionales más profundas, que implica el rechazo a nuestras vivencias, pensamientos, sentimientos e incluso a nosotros mismos.

Tiene su origen en no sentirse aceptado por padres, abuelos, hermanos, familiares o amigos conforme va creciendo, pudiendo llegar a sentir autodesprecio al desarrollar la creencia de que no es digno de amar ni ser amado.

Las personas con miedo al rechazo no se sienten merecedoras de afecto ni comprensión, por lo que se acaban aislando en su interior, convirtiéndose en personas poco accesibles, que no aceptan las críticas y necesitan el continuo reconocimiento y aprobación de los demás.

Para sanar esta herida es necesario valorarse, respetarse, trabajar las inseguridades, ganar confianza en nosotros y sobre todo, quererse a uno mismo.

3. La humillación

Esta herida tiene su origen en comentarios del tipo “eres muy malo, torpe o pesado” o al compartir con los demás los problemas y dificultades que tenemos con nuestros hijos, pudiendo llegar a sentirse en algunos casos, ridiculizados.

La humillación genera un sentimiento de desaprobación o crítica por parte de nuestros seres queridos y ataca directamente la autoestima infantil.

Las personas que sufren esta herida de infancia suelen desarrollar una personalidad dependiente, siendo capaces de hacer cualquier cosa por sentirse útiles y aceptados, dependiendo su felicidad de la imagen que tengan los demás sobre él o ella.

También pueden convertirse en adultos tiranos y egoístas e incluso humillar a los demás como mecanismo de defensa.

Para sanarla debemos hacer un trabajo interior de perdón hacia quienes nos hicieron daño, y de comprensión y respeto hacia nuestras necesidades, siendo capaces de valorarnos como la persona que realmente somos.

4. La desconfianza o la traición

Esta desconfianza surge cuando el niño se siente traicionado por alguno de sus referentes al no cumplir sus promesas, mentirles o no estar presentes cuando más los necesitan.

Además, puede generar frustración, rabia, rencor o envidia hacia lo que otros tienen y ellos no pueden tener.

El sentirse traicionado en la infancia construye una personalidad controladora, posesiva y desconfiada, con un carácter muy fuerte y queriendo ejercer control sobre los demás.

Suelen dar mucha importancia a la lealtad y la fidelidad, posesivas al extremo de no respetar los espacios y los límites de los demás.

Para sanar estos sentimientos, es necesario trabajar la paciencia, la tolerancia, la confianza, aprender a delegar responsabilidades y aprender a vivir en paz.

5. La injusticia

Una herida muy común en muchos de nosotros, porque la mayoría, hemos sido criados desde el prisma del autoritarismo.

Una educación sin derechos, sin apoyo, sin respeto y sin afecto, en la que el “porque lo digo yo” suele ser la respuesta a todas las preguntas, generando en los niños sentimientos de ineficacia e inutilidad, afectando al desarrollo psicológico y emocional de los más pequeños.

Como consecuencia a la injusticia, encontraremos a una persona con baja autoestima, en la búsqueda constante del perfeccionismo, insegura e incapaz de tomar decisiones por sí misma.

En estos casos, es importante reforzar la autoestima, el autoconcepto, el respeto y valor de uno mismo, la flexibilidad y la confianza en los demás.

Ahora es tu turno, ha llegado el momento de mirar en tu interior, identificar cuáles de estas 5 heridas emocionales encuentras dentro de ti, abrazar a ese niño que llevas dentro y empezar poquito a poco, a trabajar todas esas heridas que afectan a tu bienestar, a tu salud, condicionan tu relación con tus seres queridos y también afectan al desarrollo de tus hijos.

¿Qué te ha parecido este artículo? ¿Reconoces alguna de estas heridas dentro de ti? ¿Te sientes reflejada con alguna de las experiencias? Me encantaría conocer tus vivencias, tus reflexiones, tus dudas y juntas, encontrar el camino hacia tu bienestar y el de tu familia.

Un abrazo y gracias por estar aquí,

Photo by irvin Macfarland on Unsplash

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