Por favor, no ridiculices a tu hijo (ni en público ni en privado)

FECHA

 

Puerta de una clase, en un colegio pequeño, familiar. Las madres se acercan a recoger a sus niños, de tres añitos, que esperan sentados en una elipse pintada en el suelo.

Se escucha a la profe decir que el día lo ha pasado muy bien mientras extiende una bolsa con ropa mojada a la madre. Ella, en tono agudo, dice dirigiéndose a su hijo

«Pero bueno, ahora resulta que vamos para atrás y somos bebés»

El niño, su hijo, la mira

«Yo no soy un bebé»

Su madre, mientras guiña un ojo a las demás madres buscando su aprobación, le repite en voz alta para que todas lo escuchen

«Los bebés se hacen pis encima y tú vas para atrás como los cangrejos. Esto no puede ser»

Dejo la escena* y analizamos lo que está pasando.

El análisis de la situación

Los niños comienzan en el colegio con tres años, unos tendrán tres años y ocho meses, mientras otros acabarán de cumplirlos y, los más pequeños, lo harán en los meses venideros.

Como norma general, los niños deben ir al colegio controlando -o reteniendo- esfínteres, a lo que vamos a añadir la separación de los padres tras un verano largo, la adaptación a un entorno nuevo, a nuevos compañeros, nuevo adulto de referencia… ¡son muchos cambios y ellos solo son niños pequeños!

Así que, por favor, si a tu hijo se le escapa el pis durante un tiempo en el colegio, ¡no pasa nada!

Sé que puede ser una carga más de trabajo el hecho de poner lavadoras extras porque no es solo ponerla. Lo sé, créeme. Pongo lavadoras en casa y sé el trabajo que da la ropa. Pero eso no es justificación para que ridiculicemos a los niños.

Se ha hecho pis, vale, ya está. Bastante tiene él o ella con habérselo hecho encima. Porque son pequeños, pero se dan cuenta de lo que ha pasado.

A veces es porque no han llegado a tiempo al wáter como lugar físico en el que hacer sus necesidades, otra es porque estaban tan inmersos en el juego que no prestaron atención a lo que su vejiga les decía a través de su cerebro, y otras es porque, simplemente, no estaban preparados para controlar esfínteres.

Las cosas privadas son privadas

Sea como sea, sea el caso concreto que ocurra, son cosas privadas de tu hijo y nadie -ni siquiera buscando la aprobación- tiene por qué enterarse.

Sí, sé que ninguna madre ni ningún padre lo hacemos para perjudicar a nuestros hijos. Son nuestro mayor tesoro, ¿quién querría que se sintieran mal?

Pero, a veces, tenemos unas mochilas de experiencias que provocan que reacciones y hablemos sin pensar en lo que les estamos diciendo verdaderamente.

Ellos sienten que nos han defraudado, que han fracasado, que son torpes, pequeños, que cometen errores y que no valen para nada. Los niños no necesitan eso, todos lo sabemos.

Conclusión

A través de este artículo, me gustaría que todos reflexionásemos sobre cómo nos dirigimos, en muchas ocasiones a los niños, cuando hablamos de ellos a terceras personas.

Podemos mejorar siempre, estoy segura, y hacer que todo el amor que sentimos por ellos lo perciban a través de nuestros gestos y nuestras palabras.

No abramos flechas con ellos, nonos separemos ni perdamos conexión. Analicemos la situación antes de hablar, pensemos en qué le ha podido pasar -a veces, simplemente, es que no sabían dónde se encontraba el aseo (esto ocurre los primeros días de cole)- y alentemos a nuestros hijos dándoles nuestro modelado: cómo hablar, cómo actuar, cómo reflexionar…

Somos el cambio, así que debemos empezar por nosotros para cambiar el mundo. Y sé que lo haremos 😉

Un abrazo y gracias por estar ahí,

*La escena relatada es inventada, aunque la he observado en diferentes escenarios. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia

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